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jueves, 20 de septiembre de 2012
Canción del hombre desnudo.
martes, 11 de septiembre de 2012
martes, 4 de septiembre de 2012
HOMENAJE A LORCA
Un caballo negro recorre la montaña,
Un caballo de hielo que bebe
Donde nace el agua, un caballo
Ebrio,
Atravesado de besos de escarcha,
Una navaja ahíta de leche
Tejida de oro y grana.
Un quejío profundo y lento
Como una verónica perlada
De sangre de coso y ruedo,
Una muleta que sangre mana.
La pesada sábana de muerte
Ronda los flecos de su cama,
Con hilos de verso ausente
Con música de Valderrama.
Camino de la carretera
Más arriba de Granada,
Los fusiles que nunca duermen
Besan su dulce piel de albahaca.
Tierra que lame el tenue
aliento que de su boca escapa
como una bestia sedienta
de los versos que no acabara.
El tiempo como un velero
Que en el horizonte lejano flotara
Se mece sobre las hojas
De los olivos bañados de plata.
Puñales de madreselvas
Por la mañana estrellada
Por los campos por siempre silentes
Por los huérfanos campos de Granada.
domingo, 2 de septiembre de 2012
Fuera del camino
A lo lejos se oye el viento
En un susurro de amapolas que bailan abrazadas,
A lo lejos duerme el tiempo
Como una corriente de perpetua agua clara.
Bandadas de cuervos negros
Van desplegando sus negras alas,
Camikaces que desafían al invierno
Prestos para la batalla que nace en el alba
Grietas que llevan al averno,
Palabras como dientes de ratas,
Donde estaba el velero
Que navegaba siguiendo la estela plateada.
Seguí como un zombi no muerto
El camina que brotaba de la garganta
De aquel roquedo yermo
En donde no habitaba nadie ni nada.
La perpetua nieve del invierno
Detenida por siempre en la larga falda
De la enorme e inhiesta cumbre
De la altiva y orgullosa montaña.
Como jamás temí a la muerte
Ni confié en nadie que no fuera mi propia calma
Me adentré en las cumbres silentes
Mas allá de los hombres que me rodeaban,
No salí de la batalla indemne, más las heridas que recibí
Me eran tan verdaderamente gratas,
Que lamí la dulce y espesa sangre
Gruñendo bajo el temporal a cuatro patas.
Perseguí a mi presa esquiva
Sin descanso por los arroyos de escarcha,
Trenzaba el destino el hilo de mi vida
Con las raíces de las plantas estrelladas.
Engarzados mi ojos azules de cobalto
Por el arpón de aquella mujerzuela ingrata
Sin patria, ni bolsa ni vida
Por la estepa agreste y dormida
Por siempre he de correr como bestia sin alma.