sábado, 27 de abril de 2013

SEIS MILLONES DE PARADOS


Aquelarre de muñecas rotas
Que muerden con ira sus cuellos cercenados
Gritando en corro a la velada luna
Canciones de viejos ya olvidados.
Ese coro de víboras hocicudas
Que clavan sus dientes aguzados de estaño
En los cuerpo incólumes de infantes
Robados de brazos de sus padres ya postrados.
En derredor de la hoguera los cuerpos agostados,
Consumidos por el odio y el tiempo
Preñados del dolor de agravios pasados,
Giran y cantan, pútridos cuencos, sin pensar en el descanso.
La garduña espoleada por la noche
Sobre los cerezos, las jaras y los manzanos
Afila con premonición sus uñas
Saboreando la carne que aún no ha cazado.
El cárabo sobre los olivos, juez encaramado,
Atisba sin perder puntada ni hilo
A las brujas que en secreto cometen su pecado
Aunque todos sin duda saben
Lo que ocurre alrededor de la hoguera de aquel prado.
Y así, sin denuedo, los cuchillos van calando
La tibia piel de los hijos humanos
Ofrecidos al omnipotente dios de los mercados.