martes, 5 de agosto de 2014

Un farol de última hora.



Hacía yo equilibrios sobre el hilo de tu mirada
Cuando vi volar, a lo lejos, las blancas cigüeñas
Que se acercaban hacia las torres eclesiales
Inadvertidas de los tesoros y agonías que encerraban.

Casi caigo del alambre al interiorizar sin tardanza
El absoluto cinismo de la vida y sus servidumbres,
La sombra oscura en la que caminamos con presteza
Hacia el absoluto postrer silencio que luego nos abraza.

Con estos pensamientos de funambulista que traza
Su camino en el aire sin red que su caída detenga,
Me allegué hasta los arrabales de tu rostro brillante
Al tacto sutil de los rayos del sol de la mañana.

Y allí sentado sobre las rojas aristas serranas
Donde la nieve dura era retenida entre las jugosas
Cordilleras que con ahínco escalaba por mor del sutil roce
Que en la piel era una corriente eléctrica helada.

Allí digo, donde la presa del aliento es grata,
Donde las aguas mansas del lago esperan
A quien con esfuerzo consigue por rendición
asaltar la tan bien defendida muralla.

Me recosté en la mullida alfombra escarlata
Que pavimenta el umbral de tu saboreada boca,
Allí en donde tantas veces entretuviera
Las horas de la vida con desesperante calma.

Soñé una lúcida sucesión de fotogramas
Que a no ser por que mis miembros me obedecían
Pensara que eran imágenes inexistentes,
Cuando eran reales y corpóreos fantasmas.

No se si recuerdos del pasado convertidos en argamasa
Que cohesionaba la vívida historia luminosa
Que en aquel paraíso disfrutaba con gusto
A la sombra de aquella prohibida manzana.

El relato avanzaba y, recostado en la acogedora cama,
No tenía mayor dedicación ni trabajo que ver pasar
Los días ociosos como pasa la luna en el cielo
En pos del propio rastro que la anterior noche dejara.

La larguísima película tocó a su fin y la sábana
De tu voz de terciopelo suavemente me extrajo
Del trance en que por tiempo indefinido anduve
Con un cálido susurro de mecidas amapolas lejanas.

Era ya eternamente viejo, con una blanca y larga barba
Como un milenario tejo nacido en los albores del tiempo,
Como un arroyo de cristalina agua anclado al fondo
Del profundísimo camino convertido en garganta.

Sentí de súbito el peso de aquella tan querida carga,
La película de la vida que había visto con sosiego,
Las imágenes proyectadas en el techo de tu boca
Era la vida que había tejido en años de labranza.

Y no tuve miedo del paso del tiempo que no engaña,
Que es irresistible amigo que invita día tras día,
Que con generoso desapego los minutos escancia,
Pero que la cuenta lleva prendida de su guadaña.

Y en último esfuerzo, sobre la mesa hice tabla rasa,
Tiré la baraja del destino en tus linguales brasas,
En lugar de aceptar el tormento de las cartas marcadas,
Te pedí: escucha mi lamento y mastica mi carne amada.

Entre el amor y la compasión rindieron tus esperanzas
De mantenerme en tu alcoba indefenso ante tus besos
Y cerraste la boca para deshacer mis huesos y mi piel
Entre un torrente de cristalinas lágrimas.

Pero al momento comprendiste mi hábil jugada,
Mi último farol a la muerte, la "mano" escondida
Entre las mangas, mi cuerpo se deshacía, pero
Para siempre permanecería soldado a tu alma.

lunes, 4 de agosto de 2014

A UNA MAESTRA.

Las palabras que deban se dichas,
Tendrán quienes las griten al viento:
Diez mil colegiales querubines
Tomarán el sudario de hilo y sueños.

Son tu propio rastro eterno,
La simiente feraz que sembraste
En años de duro esfuerzo,
Día a día en clase, martillo sobre el hierro.
Inasequible al desaliento, madre,
En las frías tardes de invierno,
Atando cordones, sonando narices,
Caricias perfumadas a diestro y siniestro.
Esa voz tersa, susurrante
Como una brisa fresca de invierno,
Vivificaba el alma, era en sí misma
Como el humo profundo del incienso.
Esa voz calmada que mecía sin sueños,
A todas las fierecillas indomables,
En los días de estudio y recreos,
Esa mirada brillante, tallada cual camafeo.
No te vas, te quedas; así yo lo creo,
Que quien derrama cariño y risas,
Quien es tan de verdad sin esfuerzo,
Tiene en la obra que deja, perpetuo recuerdo.

TIEMPO

TIEMPO
Olvidados deseos,
Muertos,
Y rastros de caricias,
espesos,
como un coloide de amor,
perverso,
que segrego con denuedo,
y no pienso,
que lo que ha sido una vez,
eterno
no ha de ser,
que el tiempo es fugaz,
perverso,
que nos quita días,
e ileso,
camina siempre sin tino,
eterno,
comiendo nuestra carne,
royendo,
los hilos de nuestra vida;
sereno,
contumaz oleaje
de tiempo
que olvida el olvido
sin esfuerzo.