Recuerdo mi mirada de niño
En los lejanos días en que oía el canto
De las cigarras escondidas en las hierbas
Tostadas por el duro sol del verano.
Recuerdo mis pasos desprevenidos
Que me conducían sin desmayo
De un extremo a otro
A lo largo del extensísimo páramo.
Recuerdo mi espada de madera,
Mi caballo de palo de escoba tallado,
El insondable mar construido
Con la arena mojada y mi cubo de estaño.
Recuerdo las dulces meriendas
De pan y chocolate en días nublados
Apremiando tras el cristal del balcón
La salida de un rayo de sol despistado.
Recuerdo el campo de fútbol
El griterío tras un balón destrozado
Que gemía con cada patada
Lanzado con virulencia de uno a otro lado.
Recuerdo el colegio, los lápices,
Los cuadernos, el esforzado trabajo
Aprendiendo hora tras hora
Como un triste canario enjaulado.
Recuerdo los montes enormes
Forja de mis sueños de bandolero honrado,
Lejanos en la lejanía
Cercanos en las batallas de mis soldados.
Recuerdos de mi infancia
Que se van deshaciendo entre mis manos
Como granos de arena fina
Arena que disuelve el océano de los años.
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