La puerta al cerrarse suena
como una costura que se desgarra, por la que sale la carne amada, propia, hacia
el frío de la calle, hacia la intemperie. Sale para no volver, para no regresar
al calor cotidiano del hogar. Para perderse para siempre en el maremagnum de
desconocidos invisibles que pueblan las aceras de esta ciudad amada también. Y
también extraña.
Carlos se ha ido. Y no
volverá. No volverá a dejar el aseo lleno de botes, maquinillas, aspirinas, …
No volverá a dejar pelos en
el lavabo cada vez que peina su negro cabello, denso y lustroso. No volverá a
meter sus pies fríos entre los míos bajo las sábanas.
Lleno un vaso de agua y bebo,
sofocando la ira y la tristeza. Veo mi agua que se mezcla con el agua. La
superficie que debiera ser lisa se aonda con mar de fondo, y mis manos que se afanan en sujetar el vaso
y lo estampan contra la pared en una súbita explosión de incomprensión fiera.
-
Tapa la pasta de dientes, que
siempre la dejas, le digo a Carlos.
-
La he tapado, responde sin
apartar la vista del libro.
-
Ah, pues se habrá destapado
sola, replico.
Silencio. Mudo silencio
petrificado en la insondable laxitud de los vacuos movimientos de sus párpados
inquietos.
-
Puedes dejar el libro cuando
te hablo, insisto como un carnero que escarba en el monte.
-
Qué quieres, arrastrando la
segunda sílaba, estirándola como la cinta de un tirachinas antes de soltar la
pedrada, acumulando tensión cinética.
-
Que no se va a destapar sola,
digo, que si puedes tener más cuidado.
-
Que si, y la i se hace
infinita, con efecto Doppler, grave a medida que se acerca, cada vez más aguda
conforme se aleja y se pierde por el pasillo.
-
Gracias, me rindo.
-
Joder, que coñazo, las letras
se pierden entre su dentadura blanca y perfecta, se deshacen y pierden su
fonética. Las palatales se hacen labiales, las interdentales, linguales. Los
sonidos se mezclan y combinan hasta convertirse en un murmullo sólo descifrable
por la piedra Rosetta de la larga convivencia cotidiana.
-
Joder, me cago en la leche,
es que estoy harto de tener que estar quitando todo de en medio para que esta
casa sea habitable; como un istmo que se parte ante el empuje de las placas
tectónicas, para dejar paso al inmenso océano y aislar por eones las masas de
tierra antes unidas.
-
Coño, pues déjalo ahí que no
pasa nada, que ya se quitará, que pareces una maruja vieja, levantándose con un
resorte del sofá, erguido como un titán redivivo.
-
La maruja soy yo, ay que
joderse, y lo dice el que se pasa el día viendo programas de mierda, que si
Sálvame, que si Gran Hermano, ahí tirado como una manta. Que yo tengo que
trabajar y paso todo el día en la calle y el señorito encima aquí calentito,
viendo la tele. Y mana el cansancio cotidiano del venero de la insatisfacción
de un trabajo alienante y mal pagado.
-
Tendré yo la culpa de no
tener trabajo, que cojones, que no paro de echar curriculum, pero si no me
cogen que quieres que haga. Cuando la frustración se hace viscosa, sedante, se
convierte en una pasta gelificante que condensa las esperanzas y los anhelos
hasta convertirlos en pesadas losas que lastran el ánimo a los pies del
televisor.
-
No digo que tengas la culpa,
pero al menos podías ayudar en casa, ya que no traes dinero, al menos
descárgame de trabajo en lugar de darme más, coño, que pareces una garrapata,
digo mientras golpeo sin querer el jarrón que cae hasta hacerse añicos, sin que
haya intentado impedirlo, siendo consciente de que mi mano lo golpearía, sin
intención de quebrarlo, esperando ver como se destroza contra el suelo.
-
Pero que coño haces, eres
tonto o qué te pasa. Y su mano ya es martillo, es la piedra del tirachinas que
toma consistencia granítica, ya es destrucción que atraviesa la habitación
hasta desahogar dos años de dolor concentrado.
-
Fuera, fuera de mi casa, en
un grito largo, corrompido por la tos de la impotencia y el desconsuelo de la
humillación.
Y recojo los
cristales del vaso entre un charco de agua que sigue en aumento, que se
extiende por el salón, que anega las habitaciones y rebosa por la fachada del
edificio como una catarata inextricable que se vierte sobre la calle oscura de
esta extraña ciudad.
Una escritura sobre la cotidianidad.
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