Vivimos tiempos convulsos. ¿Y cuándo no es fiesta?, que
diría mi abuela. Siempre son tiempos convulsos. La historia de la vida es
convulsa porque es la historia de la lucha por la supervivencia, porque va
implícito en el propio principio del universo, el quítate tú que me pongo yo o
el de aquí no me muevo así me maten. Porque el aumento de la entropía es lo que
rige el universo y para oponerse a ese principio destructor es precisa la
energía, y la energía es escasa y hay que luchar y matar y comerse unos a otros
para conseguirla.
Así es que no, no es la convulsión lo que desde mi humilde
punto de vista caracteriza a nuestro tiempo. Tampoco lo es la credulidad de los
imbéciles o ignorantes, esto va de soi.
Si uno tiene la capacidad intelectual de una ameba o los conocimientos de Belén
Esteban o Paquirrín se da por descontado que puede creer cualquier estupidez. Esto
ha sido siempre así y lo será hasta el fin de los tiempos. En todo caso el
problema no es la extensión que una estupidez alcanza, probablemente la
diferencia con el pasado sea la velocidad a la que lo hace. Pero no olvidemos
que desde las cavernas una parte importante de la población se ha dedicado a
inventar y creer mitos, religiones y todo tipo de supercherías para explicar la
realidad, en lugar de buscar la razón de la misma. Está en los humanos el
germen de la comodidad ignorante porque, como ya he dicho, buscar explicaciones
racionales requiere tiempo y energía y esta es escasa y costosa como para
desperdiciarla en esto en lugar de quedarse cómodamente acampados frente a la
televisión o el ordenador escuchando sandeces.
Entonces qué es lo que verdaderamente creo yo que
caracteriza nuestro tiempo, la incredulidad de los ilustrados, de aquellos que
buscan explicaciones racionales a las cosas, los que piensan y leen y
profundizan para buscar el meollo de las cosas. Pero parece una contradicción
que la incredulidad que es la base justo para buscar ese pensamiento racional
se haya convertido en el problema. ¿Y cómo es esto? Fácil. Porque las cabezas
pensantes se han obcecado en no creer la realidad por muy increíble que esta
parezca. Decía Sherlock Holmes:
“Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad”
“Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad”
Pero hay quienes se
empeñan en seguir sin creer esta máxima y así nos va. Nadie creyó en EEUU que
un fascista analfabeto como Donald Trump pudiera ganar unas elecciones a Hillary
Clinton. Cómo un advenedizo con la mitad de su partido en contra iba a ganar
contra toda la maquinaria democrática americana. Pues lo hizo.
Nadie creyó que cuatro
profesores universitarios al frente de una mesnada de estudiantes pudieran
conseguir crear un partido político en España, sin financiación casi, sin
estructura, con un discurso absurdo y populista que intentaba desmontar nuestro
sistema democrático. Y surgió Podemos como un torrente que casi despedaza
nuestra democracia.
Cómo iba a ocurrir que el
15% que representaba hace cinco años el nacionalismo catalán se iba a convertir
en casi un 50% de los catalanes, que llevarían a cabo un golpe de estado en el
parlamento catalán y que llevaran a Cataluña al borde de la guerra civil. Pues
ahí está retransmitido en directo por televisión.
Ninguna cabeza pensante ni
soñó hace dos años que los franquistas de ultraderecha saldrían a las calles a
dar mítines y conseguirían no solo entrar en ayuntamientos y comunidades
autónomas, sino marcar toda la política de la derecha y llegar a Congreso de
los diputados. Y ahí está Abascal entrando a caballo en la sede de la soberanía
popular española.
Cómo va a ocurrir que
Reino Unido sea gobernado por otro fascista que la saque de la Unión Europea,
amenazando el proyecto común y dándole armas a EEUU para crear un eje
antieuropeo que beneficie al peligroso Donald Trump. Pues está a punto de
ocurrir.
No queremos creer que la
robotización amenaza la existencia de los sociedades y las paz social, no
queremos ver que destruirá la economía y el trabajo y que no tenemos
alternativa.
Como iba a ganar el
fascismo de Salvini en Italia, de Bolsonaro en Brasil, etc. Pues ahí están
amenazando todo lo construido durante décadas.
Pues este es el problema.
La incredulidad de nuestros líderes intelectuales. Nuestros políticos,
científicos, humanistas no quieren creer lo que la realidad trae, ven los
signos pero no les gustan y buscan explicaciones alternativas. Ven que la bola
de nieve va creciendo y rodando, creciendo y rodando, pero prefieren pensar que
en algún momento por intersección divina se parará, o que desviará su rumbo. Y
así, en esa incredulidad de que la catástrofe puede ocurrir no intervienen, se
mantienen en la indolencia expectante suspirando para que todo sea un mal
sueño. Pero no, no es un sueño. Trump gobierna. El fascismo se extiende por el
mundo. Europa se rompe. Y mientras seguimos sin querer creer que la bola de
nieve va a aplastarnos.
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