domingo, 28 de julio de 2019

LA CREDULIDAD DE LOS IMBÉCILES Y LA INCREDULIDAD DE LOS ILUSTRADOS.



Vivimos tiempos convulsos. ¿Y cuándo no es fiesta?, que diría mi abuela. Siempre son tiempos convulsos. La historia de la vida es convulsa porque es la historia de la lucha por la supervivencia, porque va implícito en el propio principio del universo, el quítate tú que me pongo yo o el de aquí no me muevo así me maten. Porque el aumento de la entropía es lo que rige el universo y para oponerse a ese principio destructor es precisa la energía, y la energía es escasa y hay que luchar y matar y comerse unos a otros para conseguirla.
Así es que no, no es la convulsión lo que desde mi humilde punto de vista caracteriza a nuestro tiempo. Tampoco lo es la credulidad de los imbéciles o ignorantes, esto va de soi. Si uno tiene la capacidad intelectual de una ameba o los conocimientos de Belén Esteban o Paquirrín se da por descontado que puede creer cualquier estupidez. Esto ha sido siempre así y lo será hasta el fin de los tiempos. En todo caso el problema no es la extensión que una estupidez alcanza, probablemente la diferencia con el pasado sea la velocidad a la que lo hace. Pero no olvidemos que desde las cavernas una parte importante de la población se ha dedicado a inventar y creer mitos, religiones y todo tipo de supercherías para explicar la realidad, en lugar de buscar la razón de la misma. Está en los humanos el germen de la comodidad ignorante porque, como ya he dicho, buscar explicaciones racionales requiere tiempo y energía y esta es escasa y costosa como para desperdiciarla en esto en lugar de quedarse cómodamente acampados frente a la televisión o el ordenador escuchando sandeces.
Entonces qué es lo que verdaderamente creo yo que caracteriza nuestro tiempo, la incredulidad de los ilustrados, de aquellos que buscan explicaciones racionales a las cosas, los que piensan y leen y profundizan para buscar el meollo de las cosas. Pero parece una contradicción que la incredulidad que es la base justo para buscar ese pensamiento racional se haya convertido en el problema. ¿Y cómo es esto? Fácil. Porque las cabezas pensantes se han obcecado en no creer la realidad por muy increíble que esta parezca. Decía Sherlock Holmes:
Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad”
Pero hay quienes se empeñan en seguir sin creer esta máxima y así nos va. Nadie creyó en EEUU que un fascista analfabeto como Donald Trump pudiera ganar unas elecciones a Hillary Clinton. Cómo un advenedizo con la mitad de su partido en contra iba a ganar contra toda la maquinaria democrática americana. Pues lo hizo.
Nadie creyó que cuatro profesores universitarios al frente de una mesnada de estudiantes pudieran conseguir crear un partido político en España, sin financiación casi, sin estructura, con un discurso absurdo y populista que intentaba desmontar nuestro sistema democrático. Y surgió Podemos como un torrente que casi despedaza nuestra democracia.
Cómo iba a ocurrir que el 15% que representaba hace cinco años el nacionalismo catalán se iba a convertir en casi un 50% de los catalanes, que llevarían a cabo un golpe de estado en el parlamento catalán y que llevaran a Cataluña al borde de la guerra civil. Pues ahí está retransmitido en directo por televisión.
Ninguna cabeza pensante ni soñó hace dos años que los franquistas de ultraderecha saldrían a las calles a dar mítines y conseguirían no solo entrar en ayuntamientos y comunidades autónomas, sino marcar toda la política de la derecha y llegar a Congreso de los diputados. Y ahí está Abascal entrando a caballo en la sede de la soberanía popular española.
Cómo va a ocurrir que Reino Unido sea gobernado por otro fascista que la saque de la Unión Europea, amenazando el proyecto común y dándole armas a EEUU para crear un eje antieuropeo que beneficie al peligroso Donald Trump. Pues está a punto de ocurrir.
No queremos creer que la robotización amenaza la existencia de los sociedades y las paz social, no queremos ver que destruirá la economía y el trabajo y que no tenemos alternativa.
Como iba a ganar el fascismo de Salvini en Italia, de Bolsonaro en Brasil, etc. Pues ahí están amenazando todo lo construido durante décadas.
Pues este es el problema. La incredulidad de nuestros líderes intelectuales. Nuestros políticos, científicos, humanistas no quieren creer lo que la realidad trae, ven los signos pero no les gustan y buscan explicaciones alternativas. Ven que la bola de nieve va creciendo y rodando, creciendo y rodando, pero prefieren pensar que en algún momento por intersección divina se parará, o que desviará su rumbo. Y así, en esa incredulidad de que la catástrofe puede ocurrir no intervienen, se mantienen en la indolencia expectante suspirando para que todo sea un mal sueño. Pero no, no es un sueño. Trump gobierna. El fascismo se extiende por el mundo. Europa se rompe. Y mientras seguimos sin querer creer que la bola de nieve va a aplastarnos.

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