Hoy es un buen día para los que
amamos la razón y la ciencia. Y esto, porque se acaba de publicar un estudio
según el cual las causantes de la
Fibrosis pulmonar idiopática son las plumas de edredones y
almohadas.
La primera consecuencia es
cambiar el nombre a la enfermedad pues al localizarse el agente etiológico que
la produce ya lo de idiopática sobra. Este adjetivo lo usan los médicos para no
decir no tenemos ni puñetera idea de lo que causa su enfermedad, porque claro,
en tal caso, perderían su aura de omnisciencia, y eso si que no, que para eso
llevan bata blanca.
La segunda consecuencia es, para
mi, más interesente. A saber, que lo natural no es mejor ni peor que lo
manufacturado por los seres humanos y apoya un argumento que ya esgrimí un día,
ese según lo cual lo artificial no existe, pues todo lo que los seres humanos
hacemos lo hacemos conforme a las leyes naturales y, por ende, es natural.
Vivimos una época en la que una
corriente importante va atravesando el planeta denostando lo manufacturado a
favor de los productos llamados naturales y ecológicos. Lo cual desde mi punto
de vista es absolutamente absurdo. He de recordar que esa “arficiosidad”
permite poner productos frescos, como verduras y hortalizas, o carnes y
pescados en las mesas de millones de personas a precios asequibles, lo cual sería
imposible sin esos medios industriales y poco ecológicos.
Así mismo, esa tecnología nos ha
permitido crear vacunas y fármacos que impiden que las epidemias asolen Europa,
como ocurría otrora, acabando con la vida de millones de personas al año. Cosa
que por desgracia sigue ocurriendo en los países subdesarrollados, en muchos de
los cuales la esperanza de vida sigue sin superar los 40 años.
Y ahora se descubre que lo “natural”,
la pluma de aves, produce una enfermedad extremadamente grave y de escasa
supervivencia.
No es que a mi no me guste lo
llamado natural y ecológico. Creo que es importante adoptar determinadas
aptitudes razonables y guiadas por la ciencia en pos de conservar el planeta. Y
creo que un tomate de la huerta no se puede comparar ni de lejos con uno del
Carrefour. Pero también digo que la industria y la ciencia nos ha permitido
unos niveles de confortabilidad y salud imposibles de alcanzar de otra manera.
Por ello cuando veo esas campañas
contra determinados productos, o contra las vacunas o contra los transgénicos,
etc, me cabreo bastante. Porque casi todas ellas adolecen de un profundo
desconocimiento de la ciencia cuando no de una insoportable manipulación de la
opinión pública.
Por último recordar que el
planeta Tierra ni está ni estará jamás en peligro por causas humanas. Siempre
recuerdo a quienes me escuchan que la
Tierra tiene un largo historial de extinciones en masa, una
de las cuales, la del Cámbrico hace unos 500 millones de años acabó con el 95 %
de la vida del planeta. El planeta puede desertizarse o congelarse, inundarse o
arder literalmente en supervolcanes que produzcan los efectos de un invierno
nuclear durante años, pero su propia dinámica le lleva a posteriores
equilibrios. Lo único que puede amenazar al planeta Tierra son los fenómenos
cosmológicos. Los seres humanos, por muy importantes que se crean, no son más
que una excrecencia orgánica puntual en la historia de la Tierra.
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