Como la acequia que alimenta la alberca
Así tus labios vierten en mi alma,
Cual sutil lluvia de primavera
Que se desprende en una renacida mañana.
Cuando todo es frío y oscuro,
Cuando el mundo es una espuela dura
Que se clava con furia en mi espalda
El recuerdo de tu imagen es lo que me salva.
No tengo apellidos ni dinero
Nada en el mundo me hace falta,
Con una humeante taza de café y un libro
atravieso fugaz y ligero la desgracia.
No tengo consuelo si estás lejos,
Quisiera que fueras el fuego en la madrugada
Cuando el sol perdido en el firmamento
pareciera que ya nunca regresara.
Se para mi un dulce veneno
Cual empalagoso áspid de Cleopatra
Me desarmas, tierno y sereno,
Con tus maneras de fiera domada.
Se que no tengo remedio,
Se que soy un caso perdido
Que de mi vida hago dispendio
Y troco en necesidad el infortunio.
El maldito dogal me hace llaga
Hasta en el mínimo pensamiento
Tengo el aguijón presto en la palabra
Y soy culo de mal asiento.
.
Mal negocio soy, lo lamento,
Para las marcas y los que humo
Venden con solícito dedicamiento,
A otro con ese burro viejo.
En tus manos hallo el mundo
En tu cuerpo fluido templo mi acero,
Teniéndote cerca como te tengo
Para que necesito un cielo eterno.
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