viernes, 4 de enero de 2013

Subida a la cumbre


No era silencio,
Era la respiración del aire
Que llenaba nuestro oídos.
Era el mismo tiempo
Preñado de palabras que acariciaban
La piel como un dulce amor nunca olvidado.
Era la nieve
Y el agua,
Y la hierba que crecía,
Olvidada de los humanos
Sobre la agreste ladera,
Presta para la luz
Que la empujaba hacia arriba.
Y todo era lo que hemos olvidado,
Lo que día a día dejamos de lado;
Era el canto de la piedra
Y el recodo del camino
Y el jirón de nube que duerme incauto
Sobre las cabezas desarboladas.
Y subimos la pendiente
Como insectos huidizos
Perseguidos por la mañana.
Y arriba, en la cumbre,
éramos trozos de piel que ateridos,
Doloridos en los huesos,
Contemplábamos el mar que se extendía
Más allá del horizonte
Allí donde nuestro sueños moraban

2 comentarios:

  1. Otra producción otorgada por aquel ascenso que llevamos a cabo hace una semana. Tu poema es la voz viva de la naturaleza que es memoria y proyección y es todo eso que cuentas con esa melodía casi mágica. Fantástico poema, Veritas. De esos que yo plasmaría en ese bonito cuaderno que tienes. Un abrazo y gracias por este poema.

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  2. Gracias por tu comentario. Realmente salir a la naturaleza salvaje es una renovación de los sentidos, no puedo negarlo.

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