jueves, 6 de noviembre de 2014

PABLO IGLESIAS VS ESPARTACO

Pablo Iglesias VS Espartaco
O de porqué hay que votar a Podemos.

Efectivamente he decidido votar a Podemos.
La explicación es complicada y requiere un poco de historia, así es que si me permiten viajaremos por unas líneas a la antigua Roma.
He aquí que había un imperio que basaba buena parte de su economía y fuerza productiva en la esclavitud. Y que con esta pujante economía soportaba un poderoso ejército que defendía sus fronteras de las invasiones bárbaras a la par que abastecía las industrias de esclavos como mano de obra.
Y he aquí que un día un esclavo llamado Espartaco inició una rebelión que se intentó sofocar desde Capua, lo cual terminó en derrota. Por tanto los romanos se asustaron un poco y mandaron a Cayo Claudio Gabro con 3000 hombres que fueron machacados. Al poco tiempo las huestes de Espartaco estaban compuestas por 70000 hombres bien armados y envalentonados que tuvieron en jaque a las tropas imperiales durante dos años hasta que fueron abatidos por las duras legiones romanas fogueadas en la guerra de Hispania.
Pero lo importante fue lo que pasó después: la caída del imperio romano.
Como consecuencia de la rebelión de los esclavos la economía romana perdió cien mil trabajadores de una sola tacada y además muchos romanos dejaron de usar mano de obra esclava para arrendarles tierras que labraban a cambio de una parte de la cosecha. Como consecuencia de ello todo el sistema económico se derrumbó, de modo que ya no se podían sostener las legiones romanas que fueron debilitándose hasta ser incapaces de contener las invasiones bárbaras.
Como consecuencia de esto toda Europa dejó de usar la esclavitud lo que acabaría cambiando el sistema productivo en su totalidad mejorando los derechos de los seres humanos.
Dicho de otro modo, el poder sólo cede cuando se le planta cara, cuando teme perder parte o todo de lo que tiene, cuando existe una bestia encadenada que puede ser azuzada aunque ello implique la destrucción de todos.
Podemos quiere apoderarse de la cadena de esa bestia.
La bestia que había sido durante mucho tiempo el pueblo estaba dormida y los señores dejaron de darle de comer, para atesorar así la riqueza.
El PSOE e IU olvidaron que era su obligación azuzar a la bestia de cuando en cuando, para que los poderosos le echaran de comer al menos los restos de su banquete.
Y vino Podemos a coger la correa de la bestia dispuesta a liberarla aunque pueda devorarlos a ellos mismos.
Pues yo estoy dispuesto a ser devorado para darle un brutal golpe a los poderes económicos. Para recordarles que no pueden quedarse con todo, porque entonces todo pueden perderlo.
Estoy dispuesto a caer en favor de las generaciones venideras. Y pido a todo el que lea esto que haga lo mismo. Que sacrifique su prosperidad por el bien de la comunidad, por el bien de la siguiente generación.
Por ello os pido que votéis a Podemos, como yo haré.


CATARATAS SOBRE UNA MINUCIA

La puerta al cerrarse suena como una costura que se desgarra, por la que sale la carne amada, propia, hacia el frío de la calle, hacia la intemperie. Sale para no volver, para no regresar al calor cotidiano del hogar. Para perderse para siempre en el maremagnum de desconocidos invisibles que pueblan las aceras de esta ciudad amada también. Y también extraña.
Carlos se ha ido. Y no volverá. No volverá a dejar el aseo lleno de botes, maquinillas, aspirinas, …
No volverá a dejar pelos en el lavabo cada vez que peina su negro cabello, denso y lustroso. No volverá a meter sus pies fríos entre los míos bajo las sábanas.
Lleno un vaso de agua y bebo, sofocando la ira y la tristeza. Veo mi agua que se mezcla con el agua. La superficie que debiera ser lisa se aonda con mar de fondo,  y mis manos que se afanan en sujetar el vaso y lo estampan contra la pared en una súbita explosión de incomprensión fiera.
-          Tapa la pasta de dientes, que siempre la dejas, le digo a Carlos.
-          La he tapado, responde sin apartar la vista del libro.
-          Ah, pues se habrá destapado sola, replico.
Silencio. Mudo silencio petrificado en la insondable laxitud de los vacuos movimientos de sus párpados inquietos.
-          Puedes dejar el libro cuando te hablo, insisto como un carnero que escarba en el monte.
-          Qué quieres, arrastrando la segunda sílaba, estirándola como la cinta de un tirachinas antes de soltar la pedrada, acumulando tensión cinética.
-          Que no se va a destapar sola, digo, que si puedes tener más cuidado.
-          Que si, y la i se hace infinita, con efecto Doppler, grave a medida que se acerca, cada vez más aguda conforme se aleja y se pierde por el pasillo.
-          Gracias, me rindo.
-          Joder, que coñazo, las letras se pierden entre su dentadura blanca y perfecta, se deshacen y pierden su fonética. Las palatales se hacen labiales, las interdentales, linguales. Los sonidos se mezclan y combinan hasta convertirse en un murmullo sólo descifrable por la piedra Rosetta de la larga convivencia cotidiana.
-          Joder, me cago en la leche, es que estoy harto de tener que estar quitando todo de en medio para que esta casa sea habitable; como un istmo que se parte ante el empuje de las placas tectónicas, para dejar paso al inmenso océano y aislar por eones las masas de tierra antes unidas.
-          Coño, pues déjalo ahí que no pasa nada, que ya se quitará, que pareces una maruja vieja, levantándose con un resorte del sofá, erguido como un titán redivivo.
-          La maruja soy yo, ay que joderse, y lo dice el que se pasa el día viendo programas de mierda, que si Sálvame, que si Gran Hermano, ahí tirado como una manta. Que yo tengo que trabajar y paso todo el día en la calle y el señorito encima aquí calentito, viendo la tele. Y mana el cansancio cotidiano del venero de la insatisfacción de un trabajo alienante y mal pagado.
-          Tendré yo la culpa de no tener trabajo, que cojones, que no paro de echar curriculum, pero si no me cogen que quieres que haga. Cuando la frustración se hace viscosa, sedante, se convierte en una pasta gelificante que condensa las esperanzas y los anhelos hasta convertirlos en pesadas losas que lastran el ánimo a los pies del televisor.
-          No digo que tengas la culpa, pero al menos podías ayudar en casa, ya que no traes dinero, al menos descárgame de trabajo en lugar de darme más, coño, que pareces una garrapata, digo mientras golpeo sin querer el jarrón que cae hasta hacerse añicos, sin que haya intentado impedirlo, siendo consciente de que mi mano lo golpearía, sin intención de quebrarlo, esperando ver como se destroza contra el suelo.
-          Pero que coño haces, eres tonto o qué te pasa. Y su mano ya es martillo, es la piedra del tirachinas que toma consistencia granítica, ya es destrucción que atraviesa la habitación hasta desahogar dos años de dolor concentrado.
-          Fuera, fuera de mi casa, en un grito largo, corrompido por la tos de la impotencia y el desconsuelo de la humillación.

Y recojo los cristales del vaso entre un charco de agua que sigue en aumento, que se extiende por el salón, que anega las habitaciones y rebosa por la fachada del edificio como una catarata inextricable que se vierte sobre la calle oscura de esta extraña ciudad.

LA VIEJA MORADA

Esa vieja gata que ronronea sobre tus intestinos
Es en realidad una hermosa rata
Afectada de travestismo,
Que deambula por tu cochambrosa casa
Como el amo sobre sus dominios.

Sobre la lámpara con bordes de nácar
Quedan restos de adornos antiguos,
Señales de ardientes guerras libradas
Entre disfraces de hada y copas de vino.

Las botellas esparcidas por la casa
Desprenden un saludable olor vespertino
A barato alcohol de garrafa
Y boles despojados de pringosos aperitivos.

En un dédalos de ropa esparcida se marcan
Los obtusos y alámbicados caminos
Que llevan desde el salón hasta la cama
Atravesados a deshoras y sin tino.

El sofocante techo es una costra lejana
Vestida con ropa de domingo,
Las paredes del cuarto se agarran
A las tablas de un armario raquítico,
Que tiembla sobre zancos de lata
Como el funambulista pende de un hilo.

Y allí entre la selva que habitas, desabrido
Como un viejo perro con garrapatas,
Fumas, bebes y mueres un poquito

Cada día que pasas en este mundo maldito.

LA VIEJA ROSA

Nada es lo que parece,
Todo se copia a sí mismo,
Tus manos son ahora sarmentosas ramas,
Y tu antaño, perfilado rostro divino,
Un fondo de simas marinas
Donde reposan eternamente
Los pecios de amor hundidos.

Llueve sobre los ocultos peces
Que habitan en el armario de pino
En donde escondiste tantas veces
vestidos bajo pantalones de lino.

Llueven lágrimas cual preces
Lanzadas al intangible destino,
Llueven las infatigables voces de los jueces
Que condenan cada paso de tu camino.

Ya estás viejo y cansado y mereces
Que el tiempo con certero tino
Taje el fino hilo que te sostiene
Enhiesto cual odre de vino
En las viejas tabernas procaces
Donde mezclas pasados rostros fundidos.

Y, así,  en la insomne madrugada del Jueves
Donde viven los marineros cautivos
De áureas vírgenes tambaleantes
Llevadas en andas por crápulas vestidos
Con ornamentados sayos penitentes
Que frecuentan el puente donde Expira el Cristo,

En esa noche maldita que no duerme,
Esa noche en que Sevilla es un grito
De morbosa exaltación de la muerte,
Un grito putrefacto, rancio y ahíto
De la inconsumible ponzoña reminiscente
Del redivivo Santo Oficio,
Clamas llamando a la santísima muerte,
alanceado en un callejón oscurísimo.


Después, aún con el mercadeo del amor acre
En tus encías revestidas de platino,
fluyes, viscoso, por los arrabales
en el mismo sentido en que lo hace el río,
hasta desembocar en el delta de calles
que inervan la Alameda y, como en un rito,
te apostas como un centinela en un pasaje

para contemplar el cálido brillo del cuchillo.