jueves, 29 de noviembre de 2012

Tabaco y patatas en Nueva York


Entre humo de cigarro y bronceadas patatas
Merilyn surge como un vástago
De la piel putrefacta de la Gran Manzana,
Colmada de diamantes y oro
En vestido de santén rojo y guantes de lana.

Las volutas caracolean sensuales
Sobre su boca de carmín ribeteada,
Pálida, sensual y esbelta
Como una peligrosa diosa-gata.

El siglo XX vomita sobre el Empire State
El corazón de diez mil niños de África,
Como un bulímico insaciable
Devora los continentes con soberbia contumacia.

 El glamour es un tacón de zapato
Clavado en la columna de una rata,
Un beso, es un certero zarpazo
Perlado de caviar iraní de lata.

Un coche ya no es un transporte
Es una noche de sexo que se acaba
Cuando el bourbon de toda la noche
Con premura va navegando hacia la taza.

Marilyn se va quedando a oscuras
Mientras el desayuno de Tyffanys se enfría,
Las píldoras son amorosas y maternales manos
Que del siglo XXI su camino desvían.

Las patatas son peces dorados que nadan
Sobre un mar de aceite condensado
Lacias como deshuesados lirios vencidos
Que la velocidad del tiempo dejó exhaustos.

No quedan en Nueva York ya héroes
Ni damas vestidas de trajes de piel,
Sólo asfalto,
Sólo marionetas de papel maché
Que se resisten a que termine el último acto.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

NOCHE DE CONCIERTO


Gime el violín un trémulo lamento de otoño
Y se retuerce dolorido entre los dedos inmisericordes
Del joven muchacho de mirada perdida
Que en el estrado con esfuerzo extrae sus acordes.

Y vuela mi mente, prendida de aquellos sones,
Lejos, hacia las altas cumbres de los montes,
Lejos hacia los olivos y los pinares
Tan lejos como lejana llega la memoria de los hombres.

Y colgado de aquellas notas como hojas
que danzan al ritmo que el viento les propone
sobre las altas copas de los esbeltos árboles,
donde mis sueños son peces de todos los colores.

Y vibra el pistilo en la corola
Como vibra mi corazón en el pecho
Que simula el errático vuelo de las alondras
Que Insufla entre mis costillas el aliento.

Y ya el aire de mis pulmones
No quiso volver para darme sustento
Volaba junto con el sonido de los violines,
Unido para siempre al viento,
Voló lejos, libre, huraño y hambriento
De los anchos espacios de los mares
Allá donde no tiene límite el movimiento.

ABUELA


Con un andar cojitranco
Balanceada sobre la mar de sus caderas,
De negro vestida de punta a cabo,
Pequeña, encorvada y negra.
La figura de mi abuela en el tiempo,
Por el camino de mi memoria se aleja,
Atisbo apenas su cabello de plata
Cogido con horquillas de madreselva.
Sus caricias, dulce de membrillo,
Con manos nudosas de vieja,
La frente arrugada,
El gesto altivo,
Doblada sobre los años que le pesan.
Abuela que me dio cobijo
Cuando la propia madre perdiera,
Matriuska que nos guareció como hijos
Bajo su falda de generosa voladera.
Como gallina clueca andaba
Mi abuela ya con sesenta años,
Nunca una voz o un mal gesto tuvo
Aunque nos reprendió cuando fue necesario.
Lo que soy a ella le debo,
Mi carácter y mi arraigo,
Sean estas cuatro palabras
Un sentido homenaje aunque escaso.



lunes, 26 de noviembre de 2012

ESCALERAS


Trenzo con cada latido los minutos de tu ausencia
Hasta preparar la escala con que trepar a tu recuerdo
Que crece por momentos cual solitario Principito
Que en su minúsculo planeta no cede al desaliento.

Y subo, con esfuerzo, cada uno de los peldaños
Con una botella de vino en una mano, la pluma en la otra;
En el ascenso emborrono las guías de la infinita escala
Que me acerca a cada paso a la cárcel que me aprisiona.

Siento el vértigo de la caracola sonora
Que fuera del mar al mar recuerda
Y en el mar a la mar traicionera odia
Temerosa del beso de agua marina que a la playa la arroja.

Y en un súbito golpe imprevisto de mis pensamientos
Se me antoja que si el amor es fallido la redención es imposible
Y que la soga que pusiste a mi cuello en tu partida
No aprieta pero ahoga con cada uno de tus denuestos.

Así pues al final de la escalera que construí sin mesura
Solo me espera el abismo insondable del desconsuelo
Quien sentado junto al camino a la muerte no esquiva
Hace mucho que perdió la vida y solo es un óseo pertrecho.

lunes, 29 de octubre de 2012

DÍA DE DIFUNTOS


            Pedro murió de repente. Al parecer un ataque al corazón. Sin previo aviso ni síntomas. Un día estaba jugando al fútbol y contando sus chistes malos de siempre y al día siguiente en una ambulancia con las sirenas a todo trapo y un enfermero montado a horcajadas dándole golpes en el pecho. Golpes que no sirvieron para nada, cuando llegó al hospital ya era un cadáver.
            Me llamaron al móvil a eso de la una de la tarde. Yo iba por la calle, camino a Correos, cuando su hermana me contó lo sucedido entre lágrimas y sollozos. Me quedé parado en mitad de la concurrida calle mientras la gente seguía pasando con prisa junto a mí en dirección a sus quehaceres. No me lo podía creer. Pedro, mi amigo de toda la vida, había muerto esa noche.
            No sabía que hacer. Todo a mi alrededor tenía un aspecto de irrealidad, de semitransparencia , como una ventana sobre la que los ríos de lluvia producen una visión deformada de la calle.
-         Dónde está, pregunté al fin con una voz que me sonaba ajena y lejana.
-         En el tanatorio del cementerio, dijo Elena.
-         Voy para allá, dije.
Cuando colgué el teléfono aún me quedé unos minutos mirando, dudando si la llamada había sido real o no. Abrí el menú de llamadas recibidas, allí estaba, Helena hacía a penas unos segundo. Era verdad.
Desanduve parte del camino hasta la parada de bus del Puente Genil donde paraba el autobús que subía al cementerio. Como era un día de semana no había nadie. Los fines de semana la gente se agolpa para subir a rendir culto a las tumbas vacías, pero durante la semana la gente en su cotidianeidad se olvida de tan funesta costumbre.
Pasaron más de diez minutos hasta que llegó el autobús. Subí. Había sentada otra persona. Una señora menuda, renegrida bajo el negro, con cabellos amarillentos e hirsutos. Sus ojos apenas se atisbaban en lontananza, perdidos en las profundidades de los arcos supraciliares. Los pómulos vueltos hacia el interior de la caverna de su boca desdentada. Sus sarmentosas manos agarrando férreamente un bolso de piel negro, liso, sin adornos, sin un dorado. La oscuridad brotaba de todo su ser y se expandía a su alrededor como una niebla densa y fría.
            Me senté lo más lejos posible de ella. Al pasar a su lado un frío intenso me atenazó la columna y me hizo temblar un instante. Me acomodé al final del autobús y el calor volvió a mi cuerpo mientras el bus arrancaba. Enfilamos la Carretera de la Sierra, con su huertas verdes defendidas por los montes del Serrallo y, después, giramos en la rotonda para subir por la empinada cuesta que dirige al cementerio. Al subir me topé con lo que en tiempo había sido el Barranco del Abogado, que ahora es un mordisco de cemento para la construcción de una clínica privada.
            Por fin, el autobús llego a la parada del cementerio. Dejé que la figura enlutada saliera primero. Se levantó con seguridad y flotó unos instantes hasta la puerta del autobús. Cuando salió, una súbita claridad iluminó el vehículo como si un atrevido rayo de sol sorteara en una tarde plomiza el cerco de las grises nubes. La anciana se alejó sin aparente esfuerzo en dirección a la entrada del cementerio, la ciudad del silencio.
            Yo también baje y me dirigí hacia la izquierda, hacia el tanatorio. Cuando llegué sólo estaba Elena. Nos dimos un prolongado abrazo, mientras ella sollozaba sobre mi hombro. Yo no lloré, por respeto y por discreción.
-         Dónde están todos, pregunté.
-         Han ido a casa a descansar un poco y ducharse, hemos estado toda la noche en vela. Intentamos llamarte pero tenías el teléfono desconectado.
-         Si, se ve que se quedó sin batería en algún momento y no me di cuenta.
-         Eres como para una emergencia, me reprochó dulcemente.
      Yo no contesté. Para qué explicarle que una vez que uno muere se terminan las urgencias de forma definitiva. Para qué explicarle que el muerto ya no tiene prisa, que no va a ir a ningún sitio. No, mejor no decir nada.
-         Porqué no vas a tomar algo, le dije. Yo me quedo.
      Ella asintió y dijo que no había comido nada desde la tarde anterior y que le vendría bien un café y un bocadillo. Cogió sus cosas y se fue para el bar.
      Al fin me quedé solo en aquella pequeña sala. Aún no había echado un vistazo a mi amigo. Apenas veía su cara por encima de las flores al final de la sala. Permanecí unos segundos en la puerta pensando que cuando me acercara y lo viera yerto todo habría acabado, ya no habría vuelta atrás. Desde allí todavía cabía la posibilidad de que aquel cuerpo quieto y silencioso no fuera el de Pedro, que fuera otro. Y si salía por la puerta cualquier día me lo volvería a encontrar por la calle.
      Resoplé con esfuerzo y di un pequeño paso, y luego otro. Y , lentamente, con precaución, me fui acercando hasta el ataúd.
      Por fin pude verlo. Estaba vestido con un traje, como si fuera a ir a una entrevista de trabajo, pensé, con el paro galopante que hay. Las manos a ambos costados, boca abajo. La cara mirando al techo. Pétreo como una estatua.
      No me atreví a tocarlo, a notar la frialdad de su piel, a sentir su inmovilidad total y permanente.
      Cogí una silla y me senté junto a él.
      - Ay; Pedro, que pena, le dije. Y me di cuenta de que había hablado en voz alta. Pero me sentí mejor y proseguí. Te acuerdas cuando éramos pequeños y jugábamos en el parque. Y los días de tormenta que me iba a tu casa y nos pasábamos la tarde entera con el ordenador y merendábamos cualquier cosa que nos preparaba tu madre.
      Y cuando apostamos en el instituto a ver quien sacaría mas nota en un examen y nos pasamos la noche entera estudiando y sacamos un diez toda la clase porque nos habían pasado las preguntas de la otra clase. Y cuando te caíste en gimnasia y te rompiste el codo y yo te llevé a tu casa porque en el instituto nadie se podía quedar con el resto de la clase y el profesor decía que no era nada. Y te tuvieron que operar y pasaste meses de rehabilitación lenta y dolorosa.
      Y cuando nos fuimos de vacaciones y nos montamos en aquel coche de tus primos que siempre iban fumados y poníamos a Dire Straits a toda pastilla y volábamos por las calles. Y cuando jugábamos al basket en pleno verano a cuarenta grados, hora tras hora, sudorosos y extenuados.
      Y así sin reparar en el paso del tiempo, recordando nuestra juventud, nuestras experiencias comunes, nuestras alegrías y nuestras tristezas, riendo y llorando, a voz en grito cantando el Money for Nothing subido en la silla y susurrando, a ratos, como cuando copiamos en el examen y los dos sacamos un cero. Y yo era una presa que había abierto sus compuertas y derramaba las aguas de los años vividos sin pausa, como una lluvia torrencial que dura horas y días y semanas.
      Mi voz se oía en la sala, retumbando contra las paredes, contando anécdotas y días de fiesta y discusiones infinitas paseando por las calles de Granada, y amores y desamores, y las ostias que nos había dado la vida y las alegrías, que también algunas había habido. Y ya no miraba a Pedro, hablaba y hablaba y hablaba sin parar ...
-         Y por qué no te callas de una puta vez, coño, que siempre has sido un pesado, que cuando te pones a hablar no paras y haces hablar a los muertos.
Me giré despacio. Allí estaba Pedro, incorporado en el ataúd. Se frotaba los ojos como si tuviera legañas. Y me miraba entre enfadado y divertido.
Cuando al fin me desperté después de algunos minutos de ausencia, Elena y los servicios del tanatorio estaban a mi alrededor e intentando tranquilar mis nervios, fuera de sí, me fueron explicando, poco a poco, lo sucedido.

viernes, 5 de octubre de 2012

EN LA PATERA


Crucero de los condenados,
Pleno de márfil y ébano que se amontona
Y huye de la talla que África les depara
Fruto del brazo con que Occidente los aprisiona.

Con el ardiente sol en el rostro
Seco varadero de un sueño de alondra
En pos de un paraíso que huye de ellos
Adentrándose en una Europa que engorda
Entre sus apretadas costuras de puta señora.

Voces ahogadas entre la espuma de un mar
Guarecido entre los acantilados que desborda
Cuando se embravece entre dos continentes
que se atisban con mirada recelosa.

El Atlas a un lado, el Mulhacen a otro,
Centinelas milenarios que vigilan las costas
del venero que nutre el Mediterráneo
a fuer de cordón umbilical que sin esfuerzo se angosta.

Las crueles gaviotas reidoras gritan
En un cielo que es opaco a la esperanza y a la memoria
De los desamparados que en el abismo de Hércules buscan
Una orilla lejana en la que saciar el hambre que los devora.

El afilado cuchillo del alba cruza
Sobre la mar de oriente a occidente sin demora
Dejando ver la desierta arena costera
Que Motril observa en la distancia de la mañana brumosa.

El verde contra la arena es un clavo contundente
Que aherroja los pies y las manos hundidas en la sombra,
Los ojos de la autoridad que escudriñan
El perfil de un horizonte que se abate como una enorme ola
Sobre las cabezas perladas de aceite y sal,
Sobre las cabezas colonizadas por contumaces caracolas.

Mantas para cubrir el desconsuelo
También la vergüenza del que las proporciona,
El mutismo de la muerte presente o añorada
Con el áspero paño de la amargura se arropa,
Mientras los ojos yerran cual boyas al pairo
Entre sirenas de ambulancias y luces de amapolas.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Canción del hombre desnudo.


Un hombre pasea desnudo por la playa,
Una pluma vespertina desgajada del alba,
Un hombre sin prisa, sin pertenencias,
Una despojada gota de agua clara.
El viento golpea su mentón pleno de canas,
El viento, lascivo manojo de manos,
Se entretiene entre las curvas de su espalda
Y graba una indeleble huella cual afilado abrecartas.
Un hombre desnudo pasea por la agreste montaña
Entre los roquedos y las lajas
Sus huellas teñidas de la sangre
Que de sus cansados pies a borbotones manan.
En el cielo la luminosa Vía Láctea
Dibuja una lengua de perlas ensartadas
Y sobre los solitarios erguidos picos
Los últimos restos de nieve resbalan.
Un hombre de barba hirsuta en una cabeza rala
Desnudo en la selva esmeralda inmensa
Avanza entre la abigarrada hojarasca
Sediento del agua fresca que de las ramas mana.
Rodeado de la vida que sin pretenderlo reclama
Hasta el último pequeño trozo de tierra
Y que con vehemencia los rayos de sol atrapa
El hombre desnudo se desprende del rostro que le delata.
El hombre desnudo por fin detiene su larga caminata,
Sin prestar atención al camino recorrido
Presintiendo el diente de la fiera que se afila,
se tiende frente al destino silente, escuchando la mañana.

martes, 11 de septiembre de 2012

LOS FUNCIONARIOS QUE NO AMABAN A LOS CIUDADANOS.

Esta mañana he ido a hacerme la tarjeta del paro. A diferencia que en otras ocasiones me habían obligado a concertar una cita telefónica con antelación. Así es que yo me he preparado. He repasado mentalmente mi formación y mi experiencia laboral. He ordenado mis prioridades a la hora de un empleo, así como los pasos que voy dando en mi formación de idiomas y académica en ese sentido.
Finalmente, armado de la Investigación y Ciencia, mi revista de cabecera, me he ido para la oficina de empleo, media hora antes, por si acaso. Tras esperar 45 minutos, tenía la cita a las 13:45h, me han llamado. Eran las 13:55h, y yo todo ufano me he encaminado hacia el puesto, pues por una vez la administración parecía ser puntual.
Pero ahí ha terminado todo. En el puesto, una señora de mediana edad, me ha saludado con cordialidad y me ha pedido el D.N.I. Tras lo cual se ha limitado a teclear y en silencio esperar a que apareciese el papelito dichoso. Pero el papelito no aparecía. Viendo ese silencio incómodo que se producen entonces yo he comenzado a soltarle lo que tenía preparado. Que si me presenté a las oposiciones de secundaria, que si aprobé uno de los exámenes.
La señora me ha mirado como la vaca que ve pasar el tren. Creo que incluso ha mugido, pero no a mi, al ordenador que no soltaba el papel dichoso.
Finalmente ha dicho, que lenta va hoy la línea. Y ha vuelto a su mutismo.
Pensando yo que mis tentativas de empleo pasadas no le parecían interesantes, la he ponderado en su justa sabiduría. Su mutismo me viene a decir, agua pasada no mueve molino. El presente es lo que importa.
Así pues, con toda la sutileza posible, le he comentado lo de mi nueva formación en redes informáticas y mis empeños por aprender el idioma de la pérfida albión. Quizá tenga algunos cursos al respecto.
En milésimas de segundo, un resorte ciborg, seguramente implantado en su cerebro por la administración cuando aprobó las oposiciones, ha lanzado su brazo derecho bajo la mesa, del que ha vuelto con un papelito. Ahí tiene toda la información sobre cursos, ha mugido de nuevo.
Y el puto papelito de la demanda que no sale.
Desesperado por llamar su atención, he comentado lo lenta que iba la red. Y entonces me ha mirado con un brillo de complicidad en los ojos. Qué razón tienes, me ha dicho, hay días que no hay forma, voy a mirar en otra compañera si no tendrás que volver mañana.
Mañana otra vez he pensado.
Pero rápidamente ha vuelto triunfante, con la dichosa demanda en la mano, aquí tiene, adiós buenas tardes, salga por la salida de emergencia.
Antes de que yo terminara de recoger mis cosas, echa había recogido las suyas, apagado el ordenador y salido presta de su puesto de trabajo.
Mientras me dirigía a la salida, he caído, eran las dos pasadas, hora de irse.
Así es que he salido de allí, con un montón de papelitos diversos, para buscarme la vida por mi cuenta. Comos siempre he hecho.

martes, 4 de septiembre de 2012

HOMENAJE A LORCA

Un caballo negro recorre la montaña,

Un caballo de hielo que bebe

Donde nace el agua, un caballo

Ebrio,

Atravesado de besos de escarcha,

Una navaja ahíta de leche

Tejida de oro y grana.

Un quejío profundo y lento

Como una verónica perlada

De sangre de coso y ruedo,

Una muleta que sangre mana.

La pesada sábana de muerte

Ronda los flecos de su cama,

Con hilos de verso ausente

Con música de Valderrama.

Camino de la carretera

Más arriba de Granada,

Los fusiles que nunca duermen

Besan su dulce piel de albahaca.

Tierra que lame el tenue

aliento que de su boca escapa

como una bestia sedienta

de los versos que no acabara.

El tiempo como un velero

Que en el horizonte lejano flotara

Se mece sobre las hojas

De los olivos bañados de plata.

Puñales de madreselvas

Por la mañana estrellada

Por los campos por siempre silentes

Por los huérfanos campos de Granada.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Fuera del camino

A lo lejos se oye el viento

En un susurro de amapolas que bailan abrazadas,

A lo lejos duerme el tiempo

Como una corriente de perpetua agua clara.

Bandadas de cuervos negros

Van desplegando sus negras alas,

Camikaces que desafían al invierno

Prestos para la batalla que nace en el alba

Grietas que llevan al averno,

Palabras como dientes de ratas,

Donde estaba el velero

Que navegaba siguiendo la estela plateada.

Seguí como un zombi no muerto

El camina que brotaba de la garganta

De aquel roquedo yermo

En donde no habitaba nadie ni nada.

La perpetua nieve del invierno

Detenida por siempre en la larga falda

De la enorme e inhiesta cumbre

De la altiva y orgullosa montaña.

Como jamás temí a la muerte

Ni confié en nadie que no fuera mi propia calma

Me adentré en las cumbres silentes

Mas allá de los hombres que me rodeaban,

No salí de la batalla indemne, más las heridas que recibí

Me eran tan verdaderamente gratas,

Que lamí la dulce y espesa sangre

Gruñendo bajo el temporal a cuatro patas.

Perseguí a mi presa esquiva

Sin descanso por los arroyos de escarcha,

Trenzaba el destino el hilo de mi vida

Con las raíces de las plantas estrelladas.

Engarzados mi ojos azules de cobalto

Por el arpón de aquella mujerzuela ingrata

Sin patria, ni bolsa ni vida

Por la estepa agreste y dormida

Por siempre he de correr como bestia sin alma.

lunes, 20 de agosto de 2012

I was born under a wandering star

I was born under a wandering star,------->Yo nací bajo una estrella errante,
I was born under a wandering star.------->yo nací bajo una estrella errante.

Wheels are made for rolling-------------->Las ruedas están hechas para rodar,
mules are made to pack------------------->las mulas para cargar,
I never seen a site---------------------->nunca he visto un lugar
that didn't look better looking back.---->que no se vea mejor mirándolo hacia atrás.

I was born under a wandering star.------->Yo nací bajo una estrella errante.

Mud can make you prisioner--------------->El barro puede hacerte prisionero
and the plains can bake you dry,--------->y las llanuras pueden dejarte seco,
snow can burn your eyes------------------>la nieve puede quemarte los ojos
but only people make you cry.------------>pero sólo la gente te hará llorar.

Home is made for coming from,----------->El hogar siempre está por llegar,
for dreams of going to---------------->por los sueños de viajar,
which with any luck---------------------->que sin un poco de suerte
will never come true.-------------------->jamás se harán realidad.

I was born under a wandering star,------->Yo nací bajo una estrella errante,
I was born under a wandering star.------->yo nací bajo una estrella errante.

Do I know where hell is?----------------->¿Que no sé dónde está el infierno?
hell is in "hello",---------------------->el infierno empieza con un "hola",
heaven is "good-bye forever,------------->el cielo está en "adiós para siempre,
it's time for me to go".----------------->es hora de partir".

I was born under a wandering star,------->Yo nací bajo una estrella errante,
I was born under a wandering star.------->yo nací bajo una estrella errante.


Mud can make you prisioner--------------->El barro puede hacerte prisionero
and the plains can bake you dry,--------->y las llanuras pueden dejarte seco,
snow can burn your eyes------------------>la nieve puede quemarte los ojos
but only people make you cry.------------>pero sólo la gente te hará llorar.

Home is made for coming from,----------->El hogar siempre está por llegar,
for dreams of going to---------------->por los sueños de viajar,
which with any luck---------------------->que sin un poco de suerte
will never come true.-------------------->jamás se harán realidad.


I was born under a wandering star,-------->Yo nací bajo una estrella errante,
I was born under a wandering star.-------->yo nací bajo una estrella errante.

When I get to heaven---------------------->Cuando llegue al cielo
tie me to a tree-------------------------->que me aten a un árbol,
or I'll begin to roam--------------------->de lo contrario me pondré a vagabundear
and soon you know where I will be.-------->y ya sabes donde acabaré.

I was born under a wandering star,-------->Yo nací bajo una estrella errante,
a wandiring, wandering star.-------------->una errante, estrella errante.

miércoles, 15 de agosto de 2012

EL VIENTO NOS LLEVARÁ

El viento nos llevará si remedio

Cuando seamos a penas una esquirla

Clavada sin sosiego en la carne herida

Mojada bajo la lluvia que no cesa.

Cuando la brújula esté muerta

Y no señale más que a sí misma

Cuando el reloj busque sus agujas

Sumido en la depresión de sus horas

Que se alejan para no volver.

Si, quizá entonces,

El viento nos llevará

Tan lejos como puede soplar

La boca tierna de un niño

Que aún no sabe hablar.

El viento arrastrará sin esfuerzo

Nuestro cuerpo dormido junto al borde

Del camino que a ninguna parte lleva

Y será principio y término

De nuestros malogrados sueños

Y de los besos que jamás concedimos.

El viento nos llevará lejos

Tan lejos como seamos capaces de imaginar,

Tan cerca como nuestras cadenas nos permitan,

Aterrados frente a nuestra libertad

Compungidos por el dolor de lo que sucedió

O temimos que acaeciera.

El viento nos llevará presos de su veleidad,

Perdidos en las tinieblas de nuestros miedos

Y nuestros más oscuros anhelos.

El viento nos llevará,

Valle tras valle,

Colina tras colina,

Ola sobre ola

Piedra que rueda sin cesar en la escorrentía

De este río que de súbito cesa

Cuando nuestro corazón al fin se detiene.

Abro los brazos en la noche insondable

Y siento, tenue la principio,

Feróz después, el viento,

El viento que sopla y empuja,

El viento que, después de todo,

Sin esfuerzo, me llevará.

martes, 14 de agosto de 2012

Recuerdos a la fuga

Recuerdo mi mirada de niño

En los lejanos días en que oía el canto

De las cigarras escondidas en las hierbas

Tostadas por el duro sol del verano.

Recuerdo mis pasos desprevenidos

Que me conducían sin desmayo

De un extremo a otro

A lo largo del extensísimo páramo.

Recuerdo mi espada de madera,

Mi caballo de palo de escoba tallado,

El insondable mar construido

Con la arena mojada y mi cubo de estaño.

Recuerdo las dulces meriendas

De pan y chocolate en días nublados

Apremiando tras el cristal del balcón

La salida de un rayo de sol despistado.

Recuerdo el campo de fútbol

El griterío tras un balón destrozado

Que gemía con cada patada

Lanzado con virulencia de uno a otro lado.

Recuerdo el colegio, los lápices,

Los cuadernos, el esforzado trabajo

Aprendiendo hora tras hora

Como un triste canario enjaulado.

Recuerdo los montes enormes

Forja de mis sueños de bandolero honrado,

Lejanos en la lejanía

Cercanos en las batallas de mis soldados.

Recuerdos de mi infancia

Que se van deshaciendo entre mis manos

Como granos de arena fina

Arena que disuelve el océano de los años.

domingo, 22 de julio de 2012

LEONARDO

Silencio,

Burbujeante espacio que se tiende

Entre nuestros adustos labios

Que se esquivan.

Ligera la espada hiende

El hilo de voz sobrevenida,

Provoca desquicio y no pretende

Decir la palabra

Que nunca ha de ser dicha.

Y al frente

La eterna ominosa alegoría

Principio y fin de lo perenne,

Estado de sublime armonía

En donde el ojo sagrado del vidente

Escancia al albur del nuevo día.

Contumaz melopea del ausente

Que narra con odiosa felonía

Las horas que ya no son presente

Sino hoja que ha de ser desprendida.

Viturbio tenaz penitente

De los siglos infatigable testigo

Capaz de abrazar con sigilo

El ansiado secreto de la proporción latente

Que se halla en el alma

de los versos del mismo Ghoete.

jueves, 19 de julio de 2012

El boceto del insomne

Sobre el extenso papel inmaculado

El reflejo insomne de una pupila certera

Graba a sangre y fuego con los colores del alma

La mirada esquiva de una mujer que espera.

Atravesada la vista por el lápiz ligero

Sanguíneos caminos mezcla con las facciones recias

Convirtiendo en imagen los sentimientos que atesora

Como el sol que guardan con paciencia las camelias.

No tan loco como para decir la verdad

Ni tan cuerdo como para esconderla

El pintor abreva en el cuenco que no se desdora

Del tiempo que en ella pasa con renuencia.


Que es su trazo el latir del viento

Mecido con mano certera que arroja

Con sostenido detenimiento

Color tras color sobre la celulosa.

Navega esta noche, sin luna, el artista

Entre la penumbra y la sombra

Y a penas discierne el paso del tiempo

mientras con pausado caminar jalona

Los escalones que le dirigen al recuerdo

Del cuadro que Picaso construyera en la sombra

De su estudio oreado con el aroma

De la brisa del mar perpetuo

De la Andalucía soberana y honda.

sábado, 7 de julio de 2012

ABRAZOS

El verano llegó a Granada

Con una ardiente caricia vestida de añil

Y yo marché hacia Madrid

En busca de una nueva vida soñada.

Me acogieron las anchurosas calles madrileñas

Como tantas veces han hecho

Con una silente mano en el pecho

Mientras se tienden en las tierras castellanas.

Era verano y entonces fue invierno,

Y el sol palideció como un viejo enfermo

Oscurecido en la mañana traicionera

Por el llanto de un coro agorero.

Se me antojaba un quejido el viento

Que susurraba en un aliento avieso

Notas atravesadas por agujas,

Agujas que sólo asesinaban el silencio.

A mi alrededor lloraba la gente,

Personas de todas las formas

Hilvanadas con el mismo hilo,

Impulsadas con el mismo corazón latiente.

Lloraban sobre mi cuerpo y mi cara,

Lloraban como una lluvia fina e hiriente

Como una amarga lluvia estrellada

Que descarga sobre los campos sin simiente.

Temblando como un álamo

Bajo la atroz tormenta rugiente

Me agarro al suelo desnudo

Mientras la lluvia cae torrencialmente.

En torno de mi llora el mundo

Como un tsunami que todo arrastra

Lava la amontonada hojarasca

A los pies de los dolientes.

Lloran los que pierden, también los que se pierden,

Lloran los que temen perder,

Lloran los que nada tienen ya que perder,

Lloran los que encontrarse quieren.

Lloran a quienes se pierde, porque no encuentran caminos,

Lloran los que tallando destinos

No hallaron la forma de construir su suerte,

Perdidos peregrinos con caminar ausente.

Lloran los zaheridos por el desencuentro permanente,

Enclaustrados en las casas que construyeron de niños

No encuentran puertas que den al presente

Donde el adulto que son, halle un sitio decente.

Lloran los dormidos que no despertaron

Y perdiendo su tiempo, vieron pasar los años,

Lloran por los días que fueron idos

Y no ven los que se pierden entre sus manos.

Y yo no podía llorar, tan solo iba dando abrazos,

En mi escaso monedero tan sólo guardo

los roídos pedazos de la vida que construí

con retazos de mi pasado.

Y siendo así, que es tan exiguo mi legado

Lo dilapido como quiero

Sin temor a atesorar lo ganado

Y mis brazos abro de un gigantesco tajo.

miércoles, 20 de junio de 2012

El viejo árbol a la ribera del río

No duerme el árbol dorado

Sin causa en la ribera del río

Que cual lejano recuerdo

Fluye lento hacia el olvido.

No, no duerme el árbol,

Sino que sueña su destino

Presa de sus raíces que beben,

Del agua, su vino,

Que es claro y fragante

Como el llanto de un niño.

No allega sus ramas

Hasta tocar el brillo

De la luna sobre las crestas

Que desata el viento esquivo.

Ni prende en sus copas verdes

El altanero árbol erguido

El trino de los lenguaraces pájaros

Sin un propósito fijo.

No cabecea en la tormenta

Si los cercanos vecinos

no prenden los faroles

que iluminan el camino.

No, el árbol dorado,

No es adusto y mezquino

Es sólo un árbol viejo

Solitario, cansado y cetrino

Que ve terminarse sus días

Junto a la verde ribera del río.

lunes, 14 de mayo de 2012

Para todas las valientes

No te odio,

Porque no eres nada,

Porque sólo eres un pedazo de piedra

Fría, perpleja ante la vida que te sobrepasa,

Porque eres débil,

Débil como la escarcha

Cuando el sol la consume

Como se consume tu negra alma.

No te odio,

Eres agua,

Líquido que corre,

Lejos hacia la mar lejana

Para perderse en el enjambre

De recuerdos que no son nada.

Eres humo, incorporeo que escapa,

Por la chimenea que abrí en mi vida

Para tomar las riendas de mi yeguada.

Ahora eres lejano papel mojado

Que se deshace y sale de mi casa

Por el arriate de la enorme puerta

Que mi olvido limpia esta nueva mañana

sábado, 12 de mayo de 2012

PARAÍSOS CERCANOS

Parece mentira, a veces, que el cielo esté tan cercano:

Es una mariposa cautiva en la palma de la mano,

La franca sonrisa de un niño que cae como un rayo

Que cual bandolero nos asalta, cuando tranquilos caminamos.

La palabra tendida, hilada por la vida, de un poeta urbano,

La noche tranquila, perfumada, que duerme

En las esquinas de nuestro recorrido cotidiano.

Una nube que se pasea, sin prisa,

Vogando ociosa hacia el horizonte lejano,

Como vuelan los sueños desprevenidos

Cuando se avienen las primeras calores del verano.

Una caricia desprendida como hoja de otoño en mayo,

El roce, como un ciclón enorme, de una amiga mano,

Que embravece las emociones, que pone negro sobre blanco

Lo que sin tener que ser dicho

Resuena como un cañón bien templado.

Una casa engalanada con el color del narciso nardo

Recostada sobre la ladera, abrazada por los manzanos,

Amada por el río que baja de los montes nevados

Que la prende de la cintura y la hace bailar despacio.

Mira esa enorme luna como un gajo de cobalto,

Azul contra el negro que la recubre con un manto

Perlado de diamantes dispuesto para el mejor de los cuadros.

Parece mentira, a veces, que olvidemos sin pensarlo

Lo cerca que está el cielo y cuan lejos intentamos buscarlo.

lunes, 7 de mayo de 2012

ME PRESENTO

Atraído por la sed de tus ojos

Atravieso el Aqueronte sin pagar precio,

pues desde pequeño pertenezco al gremio

de los que no necesitan tirar de óbolo.

Mis días no transcurren ociosos,

En cada afán buceo tras el mejor pecio

Mi carácter se fragua profundo y recio,

Ajeno a cualquier elogio peligroso.

No me deleito con manjares sabrosos,

El mejor alimento lo consigo estando ebrio

Cuando siendo estúpido necio,

Aúllo en la calle como un perro dichoso.

Recorro los caminos como un solitario lobo

Y evito, si puedo, tomarme la vida en serio,

Aunque por ello, a menudo, sienta su desprecio,

A nadie doy explicaciones de cómo me comporto.

Nací de un profundo charco de lodo

Una colmena de salvajes fue mi colegio

Sufrí, como sufren los locos egregios,

Sumergido en aquel oscuro barrio pantanoso.

Inmerso en ese vendaval tormentoso,

por fin supe poner acertado remedio

Para romper aquel maldito sortilegio,

Y aparecer ante ti en sereno reposo.

jueves, 3 de mayo de 2012

MEMORIAS DE UNA GEISHA II

CAPITULO I

Se desnuda. Se adentra bajo el agua en la cabina de la ducha. El agua cae sobre su cuerpo, caliente y regeneradora. La recibe con un suspiro de satisfacción. Se mesa el cabello placenteramente. Placer en su cabeza, placer en sus dedos que bucean entre el pelo húmedo, amasándolo con cadencia. Después toma gel, con un nítido olor a hierbas, lo expande sobre su piel hidratada, suave y bien cuidada. Masajea cada pequeña extensión con mimo y delicadeza, pero también con firmeza. Deshace las tensiones, los pequeños puntos de dolor, mientras todo el baño se llena de un vapor cálido y acogedor, como un útero maternal.

Cuando termina han pasado más de cuarenta minutos. Cierra el grifo del agua caliente y apretando un poco los dientes, abre el de agua fría. Un chorro helado cae. Aguanta impasible, tiritando, unos instantes, mientras los poros se cierran y la sangre circula en superficie con fluides como en una autovía, restableciendo una circulación rápida.

Por fin, termina y sale de la ducha. Se seca con la enorme toalla, esponjosa y olorosa a base de suavizante floral. Toma el bote de bodymilk y vierte una generosa cantidad en su mano. Luego lo extiende con lentitud sobre su cuerpo, dejando que lo absorba con su propio ritmo, como un gato que bebe de su cuenco, mirando a su alrededor para no ser molestado.

Cuando termina en el baño se dirige a la habitación y abre el armario. Duda. Mira la ropa colgada en perfecto orden como murciélagos multicolores de la perchas. Colocados según un patrón fijo por funciones: ropa de batalla, ropa de trabajo, ropa de caza.

Finalmente se decide por un vaquero desgastado y un jersey lila entallado. Se pone un tanga amarillo, el único exceso para un día nada especial. Se pone la ropa con meticulosidad, dejando que la tela se adapte completamente a su cuerpo. Se mira en el espejo. Le gusta la imagen que ve reflejada. Le gusta mucho.

Toma el dinero y la lista de la compra y sale de casa. La vieja casona necesita un repintado, piensa, viendo algunas manchas de humedad en el techo. Pero claro a su edad ya quisiera yo tener sólo alguna gotera en el techo.

Baja las escaleras con soltura, demasiada como para pararse antes de encontrarse a doña María.

- Buenos días, Ismael, mucha prisa para las once de la mañana, dice María dejando las bolsas en el suelo mientras mete las manos en su sostén.

- Hola María, no es prisa es que soy nervioso, ya sabe.

- Anda, anda, donde irá tan arreglado, dice sacando un monedero negro del que saca las llaves.

- Si voy normal María, voy al super a comprar, pero vamos, que de todas maneras, nunca sabe una cuando va a encontrar el amor.

- Di que sí. A mi José me lo encontré yo en un cementerio. Se resbaló de la escalera desde donde ponía flores a su difunta y cayó a mis pies, como un ángel mandado por el señor, dice introduciendo la llave y girando la cerradura.

- Mas que un ángel, el Espíritu Santo, María, que le hizo once hijos.

- Calla, calla, que eres un deslenguado. Doña María hace un gesto como de remilgo, cosa que a sus 92 años no se sabe si es más peculiar o absurdo, mientras recoge las bolsas y entra en la casa.

- Bueno María que me voy, venga hasta luego.

- Adiós hijo, adiós, dice de espaldas, mientras apoya su enorme culo en la puerta para cerrarla.

Ismael sale del edificio y se dirige al supermercado de la calle de al lado. Las calles son muy estrechas, los edificios casi se besan, y por suerte están cerradas al tráfico por ser el casco antiguo de la ciudad. A esa hora hay mucha gente en la calle. La mayoría turistas o estudiantes. Los primeros en busca de algún edificio peculiar al que sacar una foto. Los segundos son principalmente los inquilinos de la zona, junto con las personas mayores que aún quedan. Es una extraña mezcla entre lo nuevo, lo innovador, el futuro, y lo viejo, lo tradicional y el pasado. Pero el caso es que la mezcla funciona, por que el hecho de no haber matrimonios jóvenes con hijos, barbacoas, y domingos de chándal y lavado de coche, parece atraer por igual a estos dos extremos de la piramide poblacional. Y por otra parte pareciera que hay una cierta simbiosis vital entre ancianos y jóvenes estudiantes. Los abuelos rejuvenecen de alguna manera con los chicos y estos parecen absorber algo de la experiencia de los premorten. El caso es que el ecosistema funciona bien y la vida en el barrio es tranquila y agradable. Salvo cuando llega el fin de semana, en que algún iluminado espirituoso, canta a las farolas de la calle confundiéndolas con el plenilunio. Pero esa es otra historia.

Ismael llega a la calle Puentezuelas. Es una calle un poco más ancha. En ella se encuentra el Palacion de las Columnas, un edificio neoclásico del XIX que perteneció a los Fernández de Córdova, familia de rancio abolengo. Hoy, este edificio señorial, es una fábrica de pluma, amén de la sede de la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada. Una de las perpendiculares es la calle Buensuceso en donde se encuentra el supermercado. Es un super constreñido por la propia estrechez de las calles. Un poco sofocante. Como un todo a cien alimenticio, en donde los artículos se almacenan por doquier en la más rocambolescas posiciones e inestables equilibrios. En los pasillos hay discos de ceda el paso pues de lo contrario el supermercado se convertiría en una especie de laberinto cretense, en donde los pobres clientes atascados sin salida posible, irían muriendo como rorcuales varados.

- Hola guapa, saluda Ismael a la cajera.

- Hola Mael, responde la china.

Ismael empieza a revolotear entre los pasillo como una mariposa de flor en flor. Lo toca todo. Lo lee todo. En el bolsillo trasero de su pantalón permanece la lista de la compra, olvidada, como una nota de amor de juventud. Los artículos van cayendo en la cesta. Y luego van volviendo a salir de ella para ser sustituidos por otros. Que a su vez vuelven a las estanterías en un súbito impulso de arrepentimiento. Sólo para lanzarse a uno situado un par de lugares más adelante. Y, así, Ismael, va haciendo la compra, desorganizada, entre lo pragmático y lo glamuroso. Alternando unos Ferrero Roche con la lejía Conejo.

Ismael llega a la caja y se pone en cola. Y entonces lo ve. Dos puestos por delante de él. Un chulazo de toma pan y moja. Con unos pantalones caídos que dejan ver unos Calvin-Klain hendidos sin compasión por el valle del placer. Una camiseta que vuela libre alrededor de su cintura apenas intuida. Unas espaldas como un campo de fútbol, con espacio para 80000 espectadores, utilleros, trío arbitral y hasta cabinas para la prensa. Y una media melena rubia que se despeña hasta sus hombros de jugador de fútbol americano. Ismael suspira muy lento. Y el vikingo gira la cabeza, como atraído por una fuerza misteriosa, e Ismael ve sus ojos insondables y glaciales como una laguna de Sierra Nevada.

- Vaya mierda, dice Ismael, en voz baja. Otro nórdico frígido.

Pero, a pesar de todo, mientras la cola avanza, Ismael se recrea en el estupendo diseño de los calzoncillos.

Ismael llega ante la cajera que le saluda con un movimiento de cabeza y empieza a pasar los artículos mientras va sonando la música del lector de códigos. Es un momento incómodo, porque parece que uno está esperando a ver si la cajera lo hace bien o se equivoca. Todos pendientes de sus manos que repiten una y mil veces el movimiento: cojo artículo, giro artículo, suena pitido, suelto artículo. Y así, uno y otro y otro. Ismael los va recogiendo y los va acomodando en la bolsa de tela que las de plástico contaminan. Suerte que los coches, y los petroleros y las industrias químicas no. Cuando todo esta pasado la china se queda fija mirándolo.

- Doce con vente, Mael

- Toma guapa, dice Ismael, tendiéndole un billete de 20 euros.

- Adiós, gracias, dice la cajera, dándole la vuelta.

Ismael sale con la bolsa a la calle en un día claro y soleado de abril. Son las doce y veinticinco minutos del mediodía.


________________________

Qué día tan estupendo hace, piensa, observando el retal de cielo que se recorta entre los edificios. Qué tal un paseo corto, se interroga. Con las bolsas no es posible mucho más. Se decide y camina hacia la calle Tablas, va subiendo por la acera disfrutando de la cálida brisa de la primavera cuando pasa por la puerta del Colegio San José. El edificio fue en tiempos el Palacio de Riquelme, lugar de nacimiento de Francisco de Paula Martínez de la Rosa, político y escritor granadino. Más tarde las hijas de la caridad lo convirtieron en lugar de adoctrinamiento para huérfanas de militares con preferencia a aquellas "cuya situación sea más peligrosa debido a su mayor belleza y miseria” según reza el propio testamento del fundador. Que debe ser que las bellas necesitan más educación que las feas. Posteriormente la Junta de Andalucía lo convirtió en el C.E.I.P. San José, es decir, centro de educación infantil y primaria San José, eso sí, bajo la ferviente vigilancia de las monjas no sea que los educandos se descarríen estudiando educación para la ciudadanía o algún otro texto del averno.

E Ismael, como siempre que pasa por sus puertas, recuerda los días en aquel colegio. Las monjas que aún quedaban, hieráticas como gárgolas medievales, sin tocados, pero con sus mismos ropajes de severidad e intransigencia. Castigándolo por sus maneras “demasiado delicadas”. Castigándolo por jugar con las niñas, por saltar a la comba. Siempre castigándolo. Y el constante zumbido en la clase, Ismael es mariquita, mariquita, mariquita … Los recreos sólo, sin jugar con las niñas para no ser castigado o el blanco de las mofas de los compañeros, sin jugar con los niños que no lo aceptaban. Sentado en un rincón del pequeño patio, viendo el cielo azul, lejano, las nubes que corrían y a las que se agarraba para ir lejos, tan lejos como sus sueños le permitían.

Ismael pasa de largo por el colegio, borrándolo de su mente, sin dedicarle una mirada. Hasta la próxima vez que pase por la puerta. Sigue hasta la Plaza de la Trinidad, donde millones de pájaros habitan las copas de sus árboles por la noche, para uso y disfrute de los agradecidos vecinos, que no sabrían como vivir sin ese encantador concierto nocturno. Y en donde algunos otros pájaros habitan en los bancos de piedra decorándolos como en un bodegón postmoderno.

Y sigue Ismael andando un poco más, hasta llegar a la Plaza de la Romanilla, conocida por la plaza de las palmeras, ya que en ella se alinean como una columna de fusileros, de dos en fondo, estos árboles junto a la estatua del aguador, fiel incansable de la acuosa balanza en que fue convertido por el escultor.

Y es llegando a las estribaciones de esta plaza cuando Ismael comienza a escuchar la algarabía. Los vendedores gritando a voz en cuello, con las carótidas como las de un cantaor de flamenco, los productos que venden. Las marujas y marujos regateando para ahorrar unos míseros céntimos. Y le llega ese maravilloso olor a fruta y verdura fresca. Ese trozo de sol, tierra y agua convertido en fragantes productos de la huerta traídos hasta la céntrica plaza de Granada. Y, sin pensarlo dos veces, se zambulle de cabeza en el gentío, presto a bañarse en esa mezcla de sudor humano y olor frutal. Pasa por los puestos mirando con ojo experto, viendo los tímidos tomates, los envidiosos pepinos, las ciruelas de la falange, los nada supersticiosos limones. Esa exposición de colores y formas que lo subyugan con su belleza. Finalmente se para en uno y pide la vez.

- Quien es el último, grita por encima del estruendo de la marabunta dispuesta a devorarlo todo.

- Yo, responde un señor alto, anciano, con un acusado temblor en la mano.

E Ismael se apoya sobre su pierna izquierda para esperar su turno. Mientras, la gitana se desenvuelve con soltura, hablando y pesando, en una balanza antiquísima, de esas que son blancas y tienen una espalda en donde una aguja de rojo, de volubles sentimientos, oscila sin pararse jamás en un lugar determinado. Una balanza para la que según el humor con que se levante un kilo puede pesar entre 700 y 900 gr.

Y la gitana habla y se mueve, vociferando las excelencias de su mercancía, llamando la atención a las señoras que pasan, mientras convierte el kilo de pepinos que le han pedido en dos kilos, oiga señora que son muy buenos y no se va a arrepentir, y la balanza, por su parte, convierte los dos kilos, en un kilo y medio por mor de su propio estado de ánimo.

Y la gente va llenando sus cestos de las hortalizas, brillantes a base de agua espolvoreada, apetitosas. Otras, como las acelgas o la col, ingeniosamente travestidas para esconder lo que hay debajo; cómo alguien civilizado puede comer semejantes cosas piensa Ismael, y, por un momento, duda en si refería a las coles o a los travestidos.

Ensimismado en sus pensamientos las personas que estaban delante de él en la cola van siendo sustituidas por otras que van pidiendo la vez, en un ciclo de renovación sin fin, hasta las tres más o menos en que si finaliza, porque la gitana está hasta el gineceo y cierra el chiringuito. Por fin, Ismael ve como la gitana chilla que a quién le toca y el anciano que va delante de él responde que a mí que ya era hora.

Y la gitana vuela como una centella hasta cuadrarse delante de él, expectante; y espera sus instrucciones con mirada inquisitiva, presta y dispuesta. Pero la orden no llega. Entre el estruendo del tumulto que pasa y grita el anciano permanece mudo, impasible, pétreo, abstraído en algún sublime pensamiento que ronda su cabeza. Y la gitana comienza a impacientarse, que va a querer buen hombre, le dice con una media sonrisa que le parte la boca. Y el anciano sigue mirando el puesto, mientras la gitana deja descansar sus manos enfundadas en bolsas, se ve que los guantes son prohibitivos para un puesto de verduras, sobre su enorme vientre convertido en mostrador. Mientras el anciano continúa en su metafísica duda, la romaníparlante comienza a taconear en el suelo algún tipo de danza primitiva, enraizada en las más profundas capas del cerebro, las que pertenecen al llamado cerebro de reptil, aquellas de las que provienen los sentimientos primigenios, el hambre, la sed, las ganas de asesinas a un viejo chocho que me está haciendo perder la mañana y que los clientes se vayan a otro puesto.

Por fin, el abuelo señala hacia una de las cajas:

- Me pone un par de tomates, dice con voz temblorosa.

Antes de terminar la frase, los tomates están embolsados, pesados y dispuestos delante de é.

- Qué más le pongo, dice la gitana con una especie de gesto amable.

- Nada más, la cuenta, gracias, articula el anciano con dificultad.

La cara de la gitana se transforma se vuelve una máscara Ticuna(1), con plumas y todo; mira al fósil antediluviano, mientras sus entrañas comienza a enroscarse unas en torno a otras, rezumando bilis a borbotones. Al fin, abre la boca con un esfuerzo inimaginable.

- Veinte céntimos, escupe como una dosis de veneno lanzada por una cobra.

Y, entonces, para desesperación de todos los que en el puesto observan la escena, el anciano mete la mano en su bolsillo y saca un monedero que desabrocha y escancia, para dejar ver una colección de moneditas. Y el anciano, va cogiendo las monedas con una mano que se mueve con vida propia y las va depositando, una tras otra, en la mano extendida de la gitana, cuya sangre ha debido de entrar en ebullición, como demuestra la columna de humo que se eleva desde su moño recogido en la nuca.

Cuando, por fin, el anciano termina de depositar el capital, coge la bolsa con mano temblorosa y con un condios, hastamañana, se va dando pequeños pasitos, ajeno a la larga colección de enemigos irreconciliables que acaba de hacer.

Y la gitana, con gesto entre recocido y resignado, se recompone el delantal, se aparta los cabellos de la cara, y grita:

- Quien es el siguiente.

Ismael responde, yo. Y comienza a pedir con ritmo sostenido, un kilo de tomates, dos mangos, un kilo de peras que estén maduras y va llenado las bolsas poco a poco. La gitana revolotea como una luciérnaga que fuera atraída por múltiples luces a la vez, y va de una caja a la otra, como una saeta lanzada con increíble puntería. Ismael, se toma unos segundos, con un ojo puesto en los imperceptibles cambios que pudieran producirse en el semblante de la gitana, ya está piensa, creo que ya no necesito nada más. Y, cuando está a punto de echar el cierre a la lista, lo ve. Grande, duro como una piedra, lozano y atractivo, un calabacín como un ariete medieval.

No duda un momento, mira a la gitana, apunta con su dedo extendido hacia un punto inequívoco:

- Me pones ese calabacín, dice con seguridad.

- Este, pregunta la gitana alzando en su mano un buen ejemplar.

- No, el de al lado, dice Ismael, el grande que es para asarlo.

_((1)Los Ticuna son una tribu precolombina que fabricaba bellas máscaras de guerra.

Y entonces ocurre. Junto a él suena una voz que se expresa con el conocimiento de la verdad absoluta:

- Ese es muy grande para asar, se te va a quedar duro, mejor uno más pequeño.

Ismael gira la cabeza y la ve. Una señora cuarentona, con unos pendientes como las ruedas de un camión y una cara en la que han se han empleando a fondo una cuadrilla de albañiles.

- Da igual, dice Ismael, con una sonrisa.

- Dale mejor dos de los otros, más pequeños, le indica la buena señora a la gitana, haciendo un gesto en el aire como dando por zanjado el tema.

Ismael se impacienta pero se vuelve a la gitana con tranquilidad.

- No, no, dame el grande que no pasa nada. Y comienza a sacar el dinero del bolsillo.

- Que no, chiquillo, que no, tu hazme caso a mí María, dice a la gitana, ponle los pequeños que luego lo va a agradecer.

Y entonces Ismael resopla, traga saliva, piensa un momento, se vuelve despacio hacia la señora y busca sus ojos con una mirada dulce y lánguida.

- Señora, es para metérmelo por el culo.

La señora se petrifica, salvo por la mano derecha que comienza a subir y bajar haciendo las señal de la cruz, como el gato ese que venden en los bazares chinos, una y otra vez, hacia arriba y hacia abajo, se presigna sin parar, tetánica, como en un bucle del que ya nunca podrá salir.

Y la multitud estalla en una carcajada colectiva como jamás se oyó en aquella plaza en un día de mercado.

Ismael paga, coge las bolsas con los recién adquiridos productos y se dirige hacia su casa, dejando atrás el puesto, las caras socarronas que lo miran, y a la señora que ya por siempre quedará allí junto a las hileras de palmeras y la estatua del aguador.