sábado, 9 de febrero de 2013

UN PUERTO EN LA NOCHE MÁS OSCURA


Tiemblo ebrio de miedo
Como un álamo castigado por una tormenta sin par,
Como un pájaro estremecido por un disparo,
Tililo como una estrella en el firmamento
Perdido en esa indescriptible inmensidad
De oscuridad y silencio;
Tiemblo porque humano es temblar.

Siento el doloroso aguijón del tiempo
Clavado en mitad de mi espina dorsal
Siento el frío de su inmisericorde dedo
Abriendo un río en mi espalda hacia la mar.
Y no puedo ni quiero
Comprender lo que a mi alrededor pasa,
Sólo quiero llorar,
Que los hombres cuando lloran
Son hombres de verdad.

Aterido mi cuerpo y mis huesos
Perdido en la enorme soledad
De las horas que corren presurosas
Sin volver jamás la vista atrás,
De las horas que perdidas
Ya nunca volverán,
De la vida que jamás detiene ni por un momento
Su fugaz caminar.

Desarbolado en la tormenta de la vida
Mi barco en alta mar
Extraviado entre el oleaje
Mecido por las manos del azar
Boga sin rumbo fijo
Y yo me siento en cubierta a esperar
Que el alba rasgue la noche
Con su cuchillo de azahar
Venido de las tierras andaluzas
Donde de pequeño aprendiera a caminar.

Pero el viento no sopla del sur
No trae el tañido de la Vela ni la cal
De las blancas casas del Albahicín
No trae esperanza,
sólo el sabor de la sal
Que se asienta sobre mis heridas abiertas
Que no hacen mas que supurar
En esta noche eterna
Con ojos de frío cristal.

Ya no queda nada en la barca
Que no sea madera podrida,
Destrozada a fuerza de navegar,
Sólo queda el silencio infinito
De las palabras que dejaron de sonar.

Y cuando todo creí perdido
Cuando el océano abría su seno de par en par
A mi vino el recuerdo de tus ojos de miel
El tacto de tu piel y tu voraz
Boca preñada de besos,
De tus manos que en su asalto pertinaz
Siempre destruyen mis defensas
Y toman la torre más alta de mi castillo
Donde cuelgan su divisa que siempre ha de perdurar.

Entonces el céfiro sopló de nuevo
Con ímpetu sobre las crestas dormidas
Trayendo el calor del sol de primavera
Sobre los altos picos del Veleta,
Allá donde el acéntor salta sobre las lajas
Y la manzanilla real se corona
Con las lágrimas  de la madrugada.

Con esfuerzo me puse en pie sobre la cubierta
De la barca destrozada,
Arranqué los jirones de mi camisa que até
A mis manos y mis pies con cuerdas improvisadas
Construidas con mis propios cabellos
unidos con hilos de luz de plata.

Sobre la cubierta navegando con la vela hinchada,
La cara al viento helado
De los momentos que preceden al alba,
Moribundo, hambriento y rendido
Me mantengo erguido sobre las tablas
Pues ya no tengo miedo,
Pues voy en tu busca a tu propia casa.

Cuando el cuchillo del alba sajaba la mano de la noche
para que la luz del día manara
llegué al alféizar de tu habitación
en mi barca aupada sobre las macetas de albahaca.
Salté a tu lecho que me esperaba como una atarazana,
Me enrollé en las sábanas junto a tu cuerpo
Y con un último suspiro, deposité sobre tu pecho mi alma.

4 comentarios:

  1. Maravilloso. Es una delas que más me ha gustado y yo sé por qué. Ya charlaremos. un saludo

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  2. Ya lo puse en fb. Sí, es una gran poesía que refleja la pérdida de toda esperanza que repentinamente regresa portada en el pecho de alguien que se asoma en nuestras vidas y con el dedo deshace el nublo que tapaba el sol. Y ello es magnífico, porque con el sol empieza el calor y la fricción de los cuerpos. Y al final esos cuerpos se unen y dejan de ser dos por momentos. Sí. La vida puede ser también maravillosa. Enorme poema. Empieza como un tunel oscuro y termina con la intensidad de una antorcha que elimina las sombras. Un abrazo.

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  3. Muchas gracias Jose. En estos tiempos tan oscuros tener algo disipe las tinieblas es un imperativo y una suerte.

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