Cómo muchos de los de más edad
recordarán existía tiempo ha, un programa dirigido por un tal Narciso Ibáñez
Serrador, llamado Mis terrores favoritos. Yo, que soy un miedoso patológico,
odiaba ese programa. Pero tuve la desgracia de nacer en una familia que era
fans decidida del mismo y en una época, para colmo de males, en los que las
todos nos reuníamos a comer o cenar en
torno a una mesa de camilla con un brasero y frente a un único televisor en
blanco y negro y, por fortuna, sin mando a distancia.
Esta era mi infortunada vida
familiar cuando al tal Narciso no se le ocurrió otra cosa que programar una
película llamada La invasión de los ladrones de cuerpos. En dicha película unos
malvados extraterrestres mandaban unas esporas a la tierra que se convertían en
vainas de las cuales emergían réplicas exactas de los humanos que desaparecían
a su vez misteriosamente. De modo que con el tiempo todos los humanos se
convertirían en estos clones deshumanizados y sin sentimientos. Esta película
que me produjo varias semanas de insomnio en las que despertaba sudando rodeado
de imágenes de vainas que me sustituían fue rodada en USA en plena guerra fría
como una alegoría en la que los marcianos, provenientes de Marte, el planeta
rojo, llevaban el comunismo a Norteamérica imponiendo su descerebrado sistema
de gobierno para horror de todos.
Pero hete aquí que muchos años
después me encuentro con Anne Allen. Esta mujer que se ha inventado una vida
para poder medrar en nuestra sociedad supongo que carente de una mejor
construida por ella misma. Pero lo maléfico del asunto es que no es un caso
aislado. Yo mismo, hace unos días he desenmascarado en Facebook a un supuesto
escritor en ciernes, con libro y todo, que se dedicaba a apropiarse de obras de
otras personas colgándolas en la red social con su nombre y sin ningún pudor. Este
individuo se ha dedicado a engañar a amigos y familiares haciéndose pasar por
el autor de todo tipo de textos arrebatados al trabajo de terceros.
Y de pronto me he quedado
pensando que pasaría si se investigaran las autorías de los millones de
artículos, fotografía, videos, …. que se cuelgan todos los días en Internet e
incluso que se publican o editan. Y de pronto he caído en la cuenta de lo que
está ocurriendo. Que nuestra sociedad y el sistema capitalista salvaje en el
que estamos inmersos, requiere de las personas unos conocimientos o capacidades
que se tarda muchísimo esfuerzo y trabajo en adquirir o incluso, que están
fuera del alcance de muchos individuos que no tienen talento para conseguirlos.
Y, sin embargo, este mismo
sistema nos exige a todos que subamos, que ascendamos, para no ser unos
fracasados, para no ser unos parias. Y muchas personas se encuentran en la
tesitura o de no tener la capacidad de trabajo requerida, o de no tener las
capacidades o de querer obtener los resultados ya porque la necesidad apremia.
Y entonces ocurre, lo que tenía
que ocurrir: La invasión de los ladrones de cuerpos. Ocurre que esta gente
comienza a apropiarse de vidas que nos son suyas, o a crearlas de la nada,
incapaces de vivir sus propias vidas, o de contentarse con las que pueden
conseguir o de trabajar y esforzarse para poder vivir en paz consigo mismos.
Y aparecen cuerpos vacíos, sin
sentimientos ni emociones porque ni sus vidas ni sus actos les pertenecen.
Cuerpos que construyen sobre la nada, sobre un vacío de cimientos una mentira
que, se desplome o no, no les dará la felicidad.
Y un día, más tarde que pronto,
se darán cuenta de la inutilidad de sus vidas, de la vacuidad de sus
existencias. Pero será tarde, porque la vaina social ya no les devolverá sus
propios cuerpos, esos que entonces, ya marchitos y arrugados, se secarán
infecundos sobre la tierra calcinada por ellos mismos.
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