No duerme el árbol dorado
Sin causa en la ribera del río
Que cual lejano recuerdo
Fluye lento hacia el olvido.
No, no duerme el árbol,
Sino que sueña su destino
Presa de sus raíces que beben,
Del agua, su vino,
Que es claro y fragante
Como el llanto de un niño.
No allega sus ramas
Hasta tocar el brillo
De la luna sobre las crestas
Que desata el viento esquivo.
Ni prende en sus copas verdes
El altanero árbol erguido
El trino de los lenguaraces pájaros
Sin un propósito fijo.
No cabecea en la tormenta
Si los cercanos vecinos
no prenden los faroles
que iluminan el camino.
No, el árbol dorado,
No es adusto y mezquino
Es sólo un árbol viejo
Solitario, cansado y cetrino
Que ve terminarse sus días
Junto a la verde ribera del río.
Es magistral. Ese árbol solitario y viejo... Todos lo somos.
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