domingo, 2 de septiembre de 2012

Fuera del camino

A lo lejos se oye el viento

En un susurro de amapolas que bailan abrazadas,

A lo lejos duerme el tiempo

Como una corriente de perpetua agua clara.

Bandadas de cuervos negros

Van desplegando sus negras alas,

Camikaces que desafían al invierno

Prestos para la batalla que nace en el alba

Grietas que llevan al averno,

Palabras como dientes de ratas,

Donde estaba el velero

Que navegaba siguiendo la estela plateada.

Seguí como un zombi no muerto

El camina que brotaba de la garganta

De aquel roquedo yermo

En donde no habitaba nadie ni nada.

La perpetua nieve del invierno

Detenida por siempre en la larga falda

De la enorme e inhiesta cumbre

De la altiva y orgullosa montaña.

Como jamás temí a la muerte

Ni confié en nadie que no fuera mi propia calma

Me adentré en las cumbres silentes

Mas allá de los hombres que me rodeaban,

No salí de la batalla indemne, más las heridas que recibí

Me eran tan verdaderamente gratas,

Que lamí la dulce y espesa sangre

Gruñendo bajo el temporal a cuatro patas.

Perseguí a mi presa esquiva

Sin descanso por los arroyos de escarcha,

Trenzaba el destino el hilo de mi vida

Con las raíces de las plantas estrelladas.

Engarzados mi ojos azules de cobalto

Por el arpón de aquella mujerzuela ingrata

Sin patria, ni bolsa ni vida

Por la estepa agreste y dormida

Por siempre he de correr como bestia sin alma.

1 comentario:

  1. Un esbozo de la vida, de la lucha por la supervivencia, el cambio de las estaciones o esa nieve que sobrevive al fuego que escapa del averno... excelente poema de tu vida, de tu lucha. Eso es al menos lo que veo al leer este tejido de palabras que has elaborado.

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