martes, 11 de septiembre de 2012

LOS FUNCIONARIOS QUE NO AMABAN A LOS CIUDADANOS.

Esta mañana he ido a hacerme la tarjeta del paro. A diferencia que en otras ocasiones me habían obligado a concertar una cita telefónica con antelación. Así es que yo me he preparado. He repasado mentalmente mi formación y mi experiencia laboral. He ordenado mis prioridades a la hora de un empleo, así como los pasos que voy dando en mi formación de idiomas y académica en ese sentido.
Finalmente, armado de la Investigación y Ciencia, mi revista de cabecera, me he ido para la oficina de empleo, media hora antes, por si acaso. Tras esperar 45 minutos, tenía la cita a las 13:45h, me han llamado. Eran las 13:55h, y yo todo ufano me he encaminado hacia el puesto, pues por una vez la administración parecía ser puntual.
Pero ahí ha terminado todo. En el puesto, una señora de mediana edad, me ha saludado con cordialidad y me ha pedido el D.N.I. Tras lo cual se ha limitado a teclear y en silencio esperar a que apareciese el papelito dichoso. Pero el papelito no aparecía. Viendo ese silencio incómodo que se producen entonces yo he comenzado a soltarle lo que tenía preparado. Que si me presenté a las oposiciones de secundaria, que si aprobé uno de los exámenes.
La señora me ha mirado como la vaca que ve pasar el tren. Creo que incluso ha mugido, pero no a mi, al ordenador que no soltaba el papel dichoso.
Finalmente ha dicho, que lenta va hoy la línea. Y ha vuelto a su mutismo.
Pensando yo que mis tentativas de empleo pasadas no le parecían interesantes, la he ponderado en su justa sabiduría. Su mutismo me viene a decir, agua pasada no mueve molino. El presente es lo que importa.
Así pues, con toda la sutileza posible, le he comentado lo de mi nueva formación en redes informáticas y mis empeños por aprender el idioma de la pérfida albión. Quizá tenga algunos cursos al respecto.
En milésimas de segundo, un resorte ciborg, seguramente implantado en su cerebro por la administración cuando aprobó las oposiciones, ha lanzado su brazo derecho bajo la mesa, del que ha vuelto con un papelito. Ahí tiene toda la información sobre cursos, ha mugido de nuevo.
Y el puto papelito de la demanda que no sale.
Desesperado por llamar su atención, he comentado lo lenta que iba la red. Y entonces me ha mirado con un brillo de complicidad en los ojos. Qué razón tienes, me ha dicho, hay días que no hay forma, voy a mirar en otra compañera si no tendrás que volver mañana.
Mañana otra vez he pensado.
Pero rápidamente ha vuelto triunfante, con la dichosa demanda en la mano, aquí tiene, adiós buenas tardes, salga por la salida de emergencia.
Antes de que yo terminara de recoger mis cosas, echa había recogido las suyas, apagado el ordenador y salido presta de su puesto de trabajo.
Mientras me dirigía a la salida, he caído, eran las dos pasadas, hora de irse.
Así es que he salido de allí, con un montón de papelitos diversos, para buscarme la vida por mi cuenta. Comos siempre he hecho.

2 comentarios:

  1. El relato de la vida misma, de nuestro presente. Hay mucha sabiduría en este post tuyo, como es habitual. Da pena esa señora que solo responde cuando prestas atención a su único problema o ver que tenemos un servicio de empleo nefasto, cuya única función es gestionar las ayudas o subsidios... ¿Mejorará con la crisis? Lo dudo. Y eso del agua pasada es cierto pero no del todo; por donde pasó agua para mover el molino queda la acequia lista y dispuesta a que vuelva el agua y se ponga de nuevo en funcionamiento ese molino que da harina y aceite, lo justo para sobrevivir. Y tú tienes agua para rato.

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  2. Muchas gracias Jose, por tu comentario. Así es que soy una acequia lista para usar, me gusta, y me veo reflejado en el símil. Gracias, de nuevo.

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