domingo, 22 de septiembre de 2013

Ruta Sacromonte-Llano de la perdiz

Hoy ruta campera con la parienta. Salimos desde Plaza Nueva, para dicurrir por la Carrera del Darro hasta la Cuesta del Chapiz. Subimos la susodicha entre los hermosos cármenes granadinos y nos desviamos a la derecha para coger el camino del Sacromonte que tantas veces anduviera mi añorada abuela. Vamos entre las casas cuevas encaladas y las pencas cuajadas de higos-chumbos ya coloraos atravesando la zona bien llamada Valparaíso. Son fiestas y al lado de la carretera dos fornidos cocineros emblancados cortan ajos y cebollas por arrobas junto a una cazuela en la que podrían bañarse sin problemas diez personas o Falete, verbigracia. Continuando el sendero siempre por la margen izquierda del Darro, se van espaciando las cortijas y las casas con mayor o menor lustre. El olor que emana de ellas es inconfundible, una mezcla de perro añejo, madera ahuecada y rica marijuana mañanera; no hay duda, es zona colonizada por los hippiosos de granada. Seguimos andando y como andamos un poco perdidos pregunto a un lugareño, chaparro, renegrío y semidentado, si está muy lejos el cortijo de Jesús del Valle. Ahí, cortas el río y te avienes paca, y luego entevuelves, y estáunamiajalejos, pero ahí. Como soy políglota no dudo de las instrucciones y seguimos.
Las últimas construcciones van quedando atrás y efectivamente, como bien nos había indicado el autóctono, cruzamos varias veces el río, atravesando por un campo de olivos que hacen las delicias de David, tan amante de la Olea europea.
Finalmente llegamos al cortijo derruido de Jesús del Valle y giramos hacia la derecha para dirigirnos hacia el Canal de los franceses que irá ascendiendo entre retamas y encinas, especies indicadoras del bosque mediterráneo, hasta la meseta del Llano de la perdiz.
Con algún sudor, alcanzamos el altiplano y paramos en una mesa para comer el bocata, rodeado de la paz propia de las zonas de merendero, cuando un domingo con 27 grados se llenan de alegres familias, con sillas, parasoles, neveras, radios, pelotas, los niños, la tía, la abuela, el loro, un elefante africano y la madre que los pario a todos y el ruido que hacen que parece la Gran Vía.
Trasegados líquidos y alimentos, embocamos hacia el cruce, pasados el reloj de sol y el Algibe de la lluvia, que nos llevará hasta la restaurada Silla del Moro, lugar de juegos de mi infancia cuando no era mas que un montón de piedras.
Por último, descendemos por los bosques de la Alhambra, con el sonido hipnótico de las acequias cantarinas, hasta la cuesta de los Gomérez que nos devuelve a Plaza Nueva.
Por pudor, no describiré los dos pasteles con café y batidos que nos hemos jalao.


http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=1778522

2 comentarios:

  1. Joer, me ha encantado tu texto. Mira que me ha hecho reir. Lo del elefante africano ha sido un punto, ahí he tenido que parar que no veía las letras. Lo que pones... más verdad que un santo. Un saludo.

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