lunes, 9 de junio de 2014

El coño incorrupto de la Bernarda.

La historia de la Bernarda arranca durante la rebelión musulmana de 1568 en las Alpujarras granadinas. Fue entonces cuando a la santera Bernarda se le apareció el mismisimo San Isidro Labrador que, metiendo mano en su vagina -quizá de ahí lo de tener mano de santo-, convierte a la vulva de la mujer en un coño milagroso capaz de curar todo aquello que lo toque. A partir de entonces pues que a un pastor se le enfermaba una oveja allá que la llevaba a refregarse en el órgano milagroso de la santera; que se le escachifollaba a uno la mula por empacho de tascaburras pues igual, lenguetazo al susodicho canal del parto y como nueva. Tal fama alcanzó el órgano sexual de aquella mujer que, cuando desenterraron su cuerpo años después de estar muerta, todo el cadáver era polvo salvo aquel chumino santo que se mantenía fresco como el primer día. Eso si sobre sus condiciones de salubridad después de décadas de refrotamiento con todo tipo de animales y partes humanos enfermizas y purulentas nada dicen las crónicas.
Y de aquí la expresión de tomarse algo como el "coño de la Bernarda", es decir, algo que todo el mundo toca o tiene acceso ilimitado.
Para terminar me haría cuantiosísima ilusión saber si la iglesia, que es tan dada a beatificar santos y guardar sus reliquias en accesorios de oro o plata, tiene en algún altar, junto a la ostia consagrada, el muy famoso y sanador coño de la granadina milagrosa; más que nada por si un día me doy un sopapo y me parto un hueso, ir a restregarme contra el afamado gineceo.

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