lunes, 23 de marzo de 2020

EL BAÑISTA SUICIDA


Una vez vi a alguien que se ahoga y pedía ayuda. Pero decidí no hacer nada. Al final, claro, lo vi ocultarse bajo las olas crispadas que empujaba el viento iracundo. Me quedé observando las gaviotas que progresaban en el cielo nublado haciendo piruetas ajenas a la vida que se perdía y a mí mismo que no hacía nada por evitarlo. Pero yo sabía bien lo que hacía. En realidad él no quería salvarse. Solo agitaba los brazos para llamar la atención, para que el mundo fuera consciente de su desgracia. Pero solo eso. Podría haber nadado. Podría haber intentado flotar y hacer un esfuerzo para llegar a la orilla. Pero nada de eso hizo. Se limitó a hacer aspavientos y gritar de manera patética para que el universo viera como se hundía sin remisión en las profundidades oceánicas. Hay quien prefiere llamar la atención y quejarse y gritar a hacer el esfuerzo de salvarse nadando. Por eso me quedé impasible viendo las olas sucederse en un mar embravecido que como la vida termina ahogando siempre al que no nada.

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