Vivimos días convulsos. ¿Quién
puede negarlo? Aunque la mayoría no se dé cuenta de ello. Enfrascados en
chorradas como los programas de cotilleo o citas, las modas superficiales y
pasajeras, las series de consumo rápido de Netflix y otras estupideces varias
sin trascendencia, lo cierto es que algo está pasando en nuestra sociedad.
Entendida la sociedad a nivel de especie que es de la única forma en que ya
tiene sentido entenderla. Solo los catetos más cazurros todavía creen en los
pueblos o los países.
Intentando abstraerme pues de la
estupidez generalizada que me rodea y que está convirtiendo nuestro mundo en un
rebaño que no tiene dos neuronas útiles y que es incapaz de pensar en nada más
que lo inmediato, me he parado a pensar sobre el aumento de la complejidad que
nos rodea.
Porque parece contradictorio pero
conviviendo en ese mar de gente que se dedica a los horóscopos, el glamour de
las divas gays para lobotomizados superficiales y la barbarie culinaria de
McDonald, se encuentra un mundo paralelo de ciencia y tecnología cuyos
conocimientos se van acumulando de manera exponencial.
Hace un siglo, cualquier
científico podía casi abarcar su campo a poco que fuera brillante, hoy ni el
más brillante es capaz de saber ni una milmillonésima parte de su propia área
de estudio. A esto me refiero con el aumento exponencial de la complejidad que
nuestra especie está alcanzando en la última centuria.
Esto me ha llevado a pensar sobre
otros periodos de la historia de la Tierra, aunque podría extrapolarse a la
propia formación de Universo, en los que se han producido fenómenos de alta
complejidad y lo que de ellos ha surgido.
Lo cual a su vez me ha llevado al
concepto de Propiedad Emergente, entendida esta como una nueva propiedad que
aparece en un nuevo escenario y que es distinta de todas las que los elementos
constituyentes pudieran poseer.
Así, en los albores de la Tierra
las moléculas eran escasas y bastante simples. Metano CH4, amoniaco NH3, óxidos
diversos, haluros y en resumen química orgánica e inorgánica básica. A medida
que la temperatura del planeta fue bajando, las especies químicas pudieron
comenzar a tener más complejidad y diversidad. Esto llevo hasta la aparición de
moléculas orgánicas, aminoácidos y ácidos grasos, e incluso las primeras
cadenas de ARN, un ribonucleótido que podía portar ya información y que podría
ser el primer germen de una molécula autorreplicante. Y así llegamos a la
primera propiedad emergente: LA VIDA. Cuando esa acumulación de información,
que es complejidad, se produjo, la naturaleza encontró una forma nueva de
ordenarla, con una propiedad que ninguno de los componentes mencionados tenía,
la vida tal como la conceptualizamos los humanos. Esto produjo una rebaja de la
complejidad e introdujo un nuevo factor de orden, lo que rebajo la entropía de
todo el sistema, haciendo más fácil las interacciones entre las moléculas
inorgánicas.
A continuación se empezó a
acumular oxígeno en la atmósfera producido por la fotólisis del agua por parte
de los recién aparecidos organismo fotosintéticos. Esto condujo a un aumento de
la masa de células vivas, y por tanto a una nueva acumulación de información y
de complejidad. Marco el segundo hito de Propiedad Emergente, con la aparición
de la pluricelularidad, ya que esto permitió la distribución del trabajo y la
especialización de las células, apareciendo los primero organismos
fotosintéticos que andando el tiempo, se organizarían en aparatos, órganos,
sistemas, etc para producir la mayor explosión de diversidad conocida en la
Tierra desde la aparición de la vida.
Esa propia especialización
condujo a la evolución de cada uno de esos órganos y aparatos, volviendo a
aumentar la complejidad de manera exponencial hasta construir uno de los
sistemas más sofisticados que conocemos: el sistema nervioso con el cerebro
como abanderado. Lo que finalmente condujo a una nueva Propiedad Emergente: la
inteligencia.
Y hete aquí, que llegamos a la
actualidad, en donde como he dicho al principio, de nuevo la complejidad, esta
vez no solo orgánica sino sobre todo tecnológica, vuelve a aumentar de forma
exponencial de modo que ahora mismo ya comienza a desbordar a la propia especie
humana.
¿Estaremos pues, extrapolando lo
anterior, ante la posible aparición, en tiempo geológico, de una nueva
propiedad emergente? De ser así, yo pronostico, por supuesto sin poder decir
cual, debido a la propia naturaleza de las propiedades emergentes de aparecer
de novo, que estará basada en un híbrido entre la inteligencia humana y la
computacional, de modo que cerebro y computador puedan quizás dar lugar a una
nueva propiedad hasta ahora nunca conocida en la Tierra.
Mientras esto sucede, y sin mayor
maldad de la precisa, dejemos a los inermes intelectuales continuar con sus
juegos florales sobre insustanciales y superfluas ocurrencias.
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