jueves, 3 de mayo de 2012

Llegaste cuando estaba dormido

Dormita mi casa en un trapecio sin redes

Plegada en sí misma como un animal herido,

Respira sin esfuerzo el aire que desprenden

Mis pulmones cansados de tanto haber vivido.

Crujieron reumáticas sus cansadas paredes,

Acomodándose sus anchos muros dormidos

a las gráciles curvas de los pesados muebles

sobre la acogedora piedra tendidos.

El tiempo incansable olvidaba sus leyes

Y hacía una pausa en tejer el destino

En que vivían inmersos todos los seres

Creyendo que construían su propio camino.

Y, así, a mi lecho se acercaron tus pisadas leves

Apenas deshiciste las blancas sábanas de lino,

En mi cuerpo olvidado, tus caricias silentes

Fueron como el agua que riega los olivos.

Nacieron, de súbito, vivientes brotes verdes

De las sillas, las mesas y los libros,

Sedientos de tu piel tersa y turgente

Sedientos de recorrerte con dedos precisos.

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