Veo las casas, veo las casas inmóviles
Con su confortabilidad cotidiana,
Veo sus puertas abiertas
Dejando entrever un útero oscuro
Que nos ofrece un sorbo de límpida agua.
Me paro un momento
A penas el tiempo en que un suspiro se exhala
El tiempo en que el universo pulsa
La vida como una explosión de magia.
Miro en derredor,
Quedo como una estatua dorada,
petreo en mi escultural pose
Dormido como el sexo de una venerable dama.
La anciana enlutada asoma
Su cuerpo cetrino con calma,
A través de la oscura boca observo
Su rústica cara de corteza tocada
de la amarillenta plata que los años plantan.
Hipnotizado quedo por sus medias negras,
su vestido de teñida lana,
Sus cansados ojos velados,
Donde con fuerza arraigan
Los jaramagos y las taimadas malvas.
Me siento un momento junto a la puerta descolgada
Enjugo mi frente huidiza
Tendida al sol de la incipiente mañana.
Aletea la abubilla, muge el toro, cotorrea la becada
Prende el sol sus fuegos
En las paredes encaladas.
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